jueves, 26 de abril de 2012


UNA SONRISA PARA ANA

No le sonrei, ni siquiera alcé la vista para mirar sus harapos sucios, su rostro manchado, sus manos temblorosas. Le fuí indiferente cmo a las hierbas del campo que se asemejan todas. Quise alejarme de ella sin recordarle, hasta que me interé en el Sagrario donde mis sentimientos convirtieron el vacío en figuras irreconocibles. Entonces estaba Él observándome, señalándome,haciéndome más humano, más canalla, más inútil.
Y no le sonreí, ni siquiera alcé la voz para reprocharle por qué estaba ahí. De todas maneras ya no tenia caso remover las nieblas del invierno que había transcurrido sin dejar huellas. Y es que ella ya no estaba. Sólo la ganas de mirarle, de sonreírle, de perdonarle. Aquella ciudad muerta se difuminaba en avenidas llenas de gente, cotidianas maneras de vivir. Y aquel deseo de sonreírle continuaba,pero era ya muy tarde, la urbe se había tragado a la doncella de la noche, la deambulante, la de horas perdidas, la de estómagos vacíos y de niños a medio llenar. Ese día había olvidado sonreir. Bastaba con sólo mirarle y mover mis labios hacia el punto que confluyeran como luna en cuarto menguante. Pero ese día lo olvidé. Sólo suspiro para que alguien en cualquier rincón del tiempo tenga una sonrisa para Ana, aquella a la que había olvidado sonreir y a la que debí sonreir para olvidar.

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