domingo, 29 de abril de 2012


AMIGO

Donde todo era frío, aquella visita entivió el momento de partir.
Y transcurrió un minuto y hasta dos sin que estuviéramos solos.
Tres, cuatro hasta cinco absortos en un discurso sin podio.
De ratos de tedio, momentos de ocio.
Todo se volvió color y la esperanza arrinconó en los sillones pedazos de alegría para ofrecerla a manos llenas entre los presentes.
Mi casa se convirtió en templo y aquel invitado en un dios griego.
Todos queríamos oírle, adorarle, creerle, él mostrar su presencia
y poder hablar

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