LA ESTRELLA DE MAR
Miró que al desvanecerse
la espuma, aquella estrella de mar había quedado atrapada entre la arena y
cientos de piedrecillas blancas
que no eran otra cosa que astillas de coral, redondeadas por el abrasivo vaivén
de las olas. La tomó entre sus manos y sintió en sus dedos la vida de ese animal
marino, condensado en los miles de filamentos que se movían acompasados al ritmo
de las vibraciones del planeta. Después el rojo intenso de la tarde se concentró
sobre aquella sinuosa estructura y pensó entonces en la virtud de acercarse a
esa primigenia forma. Creyó entonces que el cielo eclosionaba en minúsculos
fragmentos y lo que tenía en sus manos no era más que una de sus estrellas,
materializada en esa idea. Pensó entonces que él era apenas una minúscula
criatura que en el vasto universo poco significaba. Devolvería a las aguas lo
que el Cielo le había regalado. ¡Continuó existiendo!.
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