jueves, 12 de abril de 2012




LA LECHUZA DE OJOS DE DRAGÓN

Era una noche fría, las puertas de aquella mansión en ruinas se abrieron de par en par y dieron paso a la entrada del viento que revoloteó en las habitaciones e hizo maullar al gato negro que sobre el descanso de las gradas lo aguardaba con su penetrante mirada. Subió uno a uno los escalones, deteniéndose de vez en cuando para escuchar el crujido de la madera ante el peso mismo de su cuerpo. Temía que no fuera él el que produjera el sonido. Sintió un soplido en su cuello y un escalofrío se adueñó de sus miembros hasta hacerlo sudar de espanto en forma de minúsculas gotas frías de muerte resbalando sobre su frente. Debía enfrentarlo, no estaba sólo.
Consiguió llegar hasta el segundo piso con las piernas temblorosas y un deseo inmenso de gritar, pero contuvo su aliento y no pronunció gemido alguno. Las paredes, antaño pintadas con craqueladas flores de liz le parecieron hoy murciélagos suspendidos en el aire.
El candelabro de bronce , le supuso moverse por un instante, pero no fue más que el reflejo de la luna en creciente que reflejaba las ramas de un ciprés sobre su blanca superficie.
La atmósfera estaba cargada de cierta electroestática que causó que su reloj de muñeca se detuviera a las doce en punto. Abrió entonces la puerta de la habitación e inmediatamente aspiró un aire frío , cargado de olores nauseabundos que penetraron por sus fosas nasales y le hicieron retroceder.
Ahí estaba el cuadro de bodegón pintado a mano y que representaba un canasto de frutas, unos libros colocados en serie y ella, la lechuza de ojos de dragón posada sobre un promontorio de piedra. De niño sus ojos le habían hechizado y una fuerte atracción hacia el animal lo empujaba siempre a verla. En realidad era una criatura disecada que formaba parte del conjunto del bodegón . Recordó que en muchas ocasiones no se atrevía a dormir en esa habitación por temor a ser atraído hacia sus ojos amarillos color fuego. Le temía y le amaba a la vez. Se había convertido en una obsesión.
Esa noche, veinticinco años después, había atravesado el cementerio de la localidad y se había internado entre matorrales y bosquecillos de encino para estar con ella y cerrar un capítulo en su vida. Ya no le temería, debería enfrentarla y rasgar el lienzo, destruir el retrato.

Las cortinas de la ventana que daban al jardín comenzaron a moverse por el viento huracanado que entró de repente. Con su corta vista y en la penumbra de la habitación logró divisar que del bodegón, la lechuza de ojos de dragón comenzó a desprenderse del lienzo y flotar en una danza etérea por toda la habitación. El plasma de su antimateria revoloteó en sinuosas formas zoomorfas hasta que se transformó en la antropomorfa y bella figura de una mujer. Él se quedó estupefacto ante lo que sus ojos vieron. Ella simplemente se acercó a él y lo envolvió entre sus vestidos lo abrazó fuertemente y besó sus labios con delírica pasión. Esa noche los dos se fundieron en una sola criatura. Cuando el climax del delirio llegó a su final un charco de sangre había quedado en el suelo, las sábanas estaban totalmente manchadas y miembros dispersos por toda la alcoba recrearon una escena de horror y espanto. La luna estaba llena, un silencio de muerte se había apoderado de la mansión.
Al día siguiente los funcionarios de centro psiquiátrico de la localidad junto con autoridades policiales hallaron la terrible escena y comenzaron las indagaciones. Uno de los detectives al acercarse al retrato del bodegón quedó paralizado al observar a la misma lechuza que había visto años atrás pero ahora sosteniendo entre sus garras a un roedor mientras que con su pico desgarraba sus carnes. Él había entrado más de una vez a esa habitación, pues era amigo de infancia del que hacía una noche habían asesinado.




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