jueves, 26 de abril de 2012


UNA CUCHARA PARA NIGEL

Ese día me encontraba muy entretenido cocinando una rica sopa de verduras con carne. Muchas veces me dedico a esas labores culinarias porque siempre he sido conciente de que las mujeres trabajan demasiado en el hogar y porqué no , una manito de vez en cuando aligera su carga. Ese día, después de picar la cebolla, el chile y demás especias, calentar el agua y picar las verduras, se me acercó mi hijo Nigel, el más pequeño, con una cuchara sopera que consiguió de no sé qué lugar y sobre una silla que estaba cerca de la estufa se dispuso a revolver el contenido de la olla que estaba a punto de hervir. No se si por mi instinto protector de padre o por mi egoísta forma de ver las cosas, pues a mí no me gusta que nadie intervenga en mis labores caseras que lo aparté bruscamente, no sin antes vociferarle unas cuantas palabras de desaprobación. El pobre, salió de la cocina con la cuchara todavía embarrada del contenido de la olla y con la cabeza baja. Casi inmediatamente que lo vi salir, me consideré el peor de los monstruos que existen, en este planeta. Dejé lo que estaba haciendo y me acerqué a él que sentadito en el sillón de la sala permanecía callado. Me acerqué y lo abracé fuertemente. Después lo besé y comencé a tener una larga conversación que redundó en las medidas preventivas que todo padre debe tener con sus hijos para evitar accidentes en el hogar, sobre el respeto de los espacios de acción que debemos guardar entre los miembros de la familia y otras sandeces que de seguro un niño de escasos cinco años ni siquiera comprendía. Cuando después de unos minutos de esa inútil conversación empezó a aburrir a mi pequeño interlocutor, me encontré escuchándome yo sólo diciendo prácticamente estupideces. Me quedé en silencio por unos instantes y después de un largo suspiro sólo me quedó sonreírle y pronunciar la única palabra inteligente que debía decir: "¡perdón!". Lo abracé de nuevo y permanecimos callados por un largo rato. Al final de ese conciliador espacio de tiempo mi pequeño Nigel me expresó que sólo quería ayudarme.
-"Está bien hijo, trae la cuchara, vamos a revolver la sopa pero esta vez con mucho cuidado".
Al recuento de esta historia, no se si mi hijo llegará a ser un chef profesional, o si finalmente se inclinará por cualquier otra profesión. En realidad no me importa si logra ocupar un puesto muy alto en alguna compañía, o si en un futuro será un prominente abogado, médico o ingeniero, lo único que sí desearía es que sea un buen padre y cuando cometa algún error con alguno de sus hijos tenga la capacidad de abrazarlos y pedirles perdón, pero sobre todo que esté dispuesto a involucrarlos en todas las áreas de su vida.

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