SOLO IMAGENES
Detrás de aquel reflejo
que casi enceguecía sus ojos, aquella abundante luz le presentaba figuras
multicolores que poco reconocía. Sólo una de ellas se le hacía familiar, una
hoja de alerce que aún pendiendo de una rama, se movía graciosamente como
queriendo desprenderse de ella para poder volar libremente por el aire tibio y
diáfano de esa mañana. Permanecía yacente sobre la hierba, pero ni idea tenía de
porqué estaba ahí. No recordaba quién era, ni siquiera reconocía dónde estaba,
pero era agradable estar ahí con el viento corriendo a lo largo de su cuerpo,
sonidos de grillos por doquier y verde, amarillo y naranja colmando los árboles
y arbustos de aquel hermoso lugar. Su campo visual se limitaba por la presencia
de espigas de césped, pero no tanto como para observar que otro ser similar a
él, pero con abundantes hilos dorados en su cabeza, protuberancias en su pecho y
hermosas columnas de blanca piel se acercaba a él. No pudo reconocer la
diferencia de género entre él y esa nueva aparición que a sus ojos le
significaban nada, pero que al obtener una caricia de ella pudo darse cuenta de
que no era una amenaza, sino más bien un motivo para tranquilizarse. Incorporó
su cabeza apenas en un ángulo de cuarenta y cinco grados como para poder
escuchar y visualizar mejor. Ella solamente mencionaba una palabra que apenas le
parecía conocida:
"¡Carlos!". Al instante su cuerpo comenzó a contorsionarse hacia arriba intentando cambiar de postura, pero su pierna derecha no le respondía por la falta de sangre que poco fluía en ella. Con esfuerzo pudo completar la acción y sentarse entre la hierba que desde antes ya había humedecido su pantalón.
-"¿Estás bien?", preguntó la tierna figura. El no pudo comprender lo que decía.
-"¡Vamos a casa!". Continuó. Él simplemente obedeció y comenzó a dar un paso lento detrás de otro, apoyado en la espalda de aquella mujer, que era su mujer pero que ni siquiera reconocía. De repente y al igual que el reflejo de esa mañana que captaba la imagen de aquella hoja de alerce, la imagen de un niño corriendo en una playa, con el azul del mar de frente y un alto farallón a la izquierda agolpó su mente hasta lograrlo aturdir. Se detuvo entonces para respirar mejor y de sus labios comenzaron a surgir sonidos que poco a poco tuvieron significado concreto:
-"¿Dónde está Luis?".
La hermosa figura femenina, sólo cerró sus ojos y soltó una bocanada de aire, los abrió de nuevo con su mirada perdida al cielo y exclamó:
-"¡Luis no está, está muerto y tu lo sabes!".
-"¿Cómo fue?"
-"¡Murió ahogado en aquel paseo a la playa!. "¡Por favor! no me hagas repetirlo de nuevo", mientras una lágrima corría por las pecosas mejillas de aquella mujer.
-"¡Olvídalo por favor, eso es lo que te pido que hagas!" mientras que para sus adentros gritaba "¡Pero no de mi, ni de este mundo...!"
-"¡Vamos a casa tienes que almorzar para que vayamos donde el médico, hoy tienes cita!".
A como pudieron los dos apoyados uno con el otro subieron los escalones hasta llegar al corredor de la vieja casa de madera que desde años fue su hogar. Al traspasar el umbral de la puerta, aquel hombre que había permanecido recostado en la hierba por largas horas pudo identificar en una foto a su hijo Luis con una pelota inflable y el azul de un mar que poco reconoció. Dentro del buró en que se apoyaba el portarretrato, una receta médica indicaba las instrucciones que debían seguir todos los enfermos de Alzheimer.
"¡Carlos!". Al instante su cuerpo comenzó a contorsionarse hacia arriba intentando cambiar de postura, pero su pierna derecha no le respondía por la falta de sangre que poco fluía en ella. Con esfuerzo pudo completar la acción y sentarse entre la hierba que desde antes ya había humedecido su pantalón.
-"¿Estás bien?", preguntó la tierna figura. El no pudo comprender lo que decía.
-"¡Vamos a casa!". Continuó. Él simplemente obedeció y comenzó a dar un paso lento detrás de otro, apoyado en la espalda de aquella mujer, que era su mujer pero que ni siquiera reconocía. De repente y al igual que el reflejo de esa mañana que captaba la imagen de aquella hoja de alerce, la imagen de un niño corriendo en una playa, con el azul del mar de frente y un alto farallón a la izquierda agolpó su mente hasta lograrlo aturdir. Se detuvo entonces para respirar mejor y de sus labios comenzaron a surgir sonidos que poco a poco tuvieron significado concreto:
-"¿Dónde está Luis?".
La hermosa figura femenina, sólo cerró sus ojos y soltó una bocanada de aire, los abrió de nuevo con su mirada perdida al cielo y exclamó:
-"¡Luis no está, está muerto y tu lo sabes!".
-"¿Cómo fue?"
-"¡Murió ahogado en aquel paseo a la playa!. "¡Por favor! no me hagas repetirlo de nuevo", mientras una lágrima corría por las pecosas mejillas de aquella mujer.
-"¡Olvídalo por favor, eso es lo que te pido que hagas!" mientras que para sus adentros gritaba "¡Pero no de mi, ni de este mundo...!"
-"¡Vamos a casa tienes que almorzar para que vayamos donde el médico, hoy tienes cita!".
A como pudieron los dos apoyados uno con el otro subieron los escalones hasta llegar al corredor de la vieja casa de madera que desde años fue su hogar. Al traspasar el umbral de la puerta, aquel hombre que había permanecido recostado en la hierba por largas horas pudo identificar en una foto a su hijo Luis con una pelota inflable y el azul de un mar que poco reconoció. Dentro del buró en que se apoyaba el portarretrato, una receta médica indicaba las instrucciones que debían seguir todos los enfermos de Alzheimer.
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