jueves, 26 de abril de 2012



UNA MUÑECA PARA MELANNIE

"La distancia no es pretexto,
Mi corazón es tuyo,
Mis lágrimas las seca el viento,
El sentimiento queda..."

Esa noche recibí una inesperada llamada de mi hija Melannie. Recuerdo que detrás del auricular una vocecilla tímida y compungida apenas podía coordinar palabras tras una lluvia de lágrimas que imaginaba inundar la fibra óptica del tendido. Con mucho costo pude comprender lo que mi desesperada niña quería decirme. Acababa apenas escasos segundos de terminar su corta relación con uno de los fugaces novios que casi toda adolescente a su edad tenía. Por cierto sumaba ella ya las quince primaveras.

Deseaba estar cerca para abrazarla y tranquilizarla, pero sobre todo para recordarle que contaba con un padre que la amaba y siempre se preocupaba de ella a pesar de la distancia que nos separaba.

No fue necesario ni imaginar siquiera una máquina de teletransportación para estar cerca de mi hija, siempre nuestros corazones se conectaban a distancia y desde la tarde sabía que tenía que llamarla, pues presentía que me necesitaba.

Cuando terminó de desahogarse y en forma más clara pudo hablar, le sugerí fuera a su habitación, abriera el viejo baúl que desde pequeña le había comprado para que guardara sus objetos preferidos y sacara la muñeca de trapo que le había regalado en su séptimo cumpleaños, la abrazara fuertemente y le diera un beso.

Aún con su teléfono móvil en mano siguió mis indicaciones y aunque no pude ver su carita, estoy seguro que me dedicó la más bella sonrisa del día. La oí suspirar y aunque la pregunta sobraba le dije:
-"¿Cómo te sientes?"; a lo que me respondió con un:
-"Muy bien papi..."

Yo nada más terminé diciéndole antes de que colgáramos al mismo tiempo:
"Todo esto pasará hija".





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