lunes, 23 de abril de 2012


ALAS A MEDIA TARDE, ALAS A MEDIA NOCHE

Alas a media noche
Posado sobre los olivares cercanos aquellos ojos avizores atravesaron el huerto hacia la
roca, en que de la frente del Humillado brotaron gotas de sangre por los pecados del mundo entero; mientras llena, la luna plateaba los contornos de las figuras reconocidas. Miró a través de los muros de piedra las antorchas de los centuriones, a un hombre que besaba la mejillas del sentenciado, confusión, enfrentamientos y un lóbulo cortado. Las alas de media noche sobrevolaron la escena y yo con ella, aunque fuese impregnada en la imagen que sólo mi mente pudo proyectar como testigo de un evento que alguna vez viví...

Alas a media tarde
En sigilo, su mirada se posó sobre aquella tumba cuya entrada apenas era cubierta por una lápida rodante.
Sobrevoló el huerto, entre peñascos y arbustos secos, en aquel paraje que años atrás sirvió de morada durante apenas tres días para dar reposo al cuerpo del Rabí. Después de haber cortado el aire con sus parduscas alas el cascajo del sendero, bajó hasta un minúsculo surco de agua, que cantarina corría entre guijarros y juncos. El sol de la hora nona calentaba más de la cuenta ese día y aquella rapaz no debía estar activa en ese momento. Solía vérsele sobrevolar los campos durante el crepúsculo o a media noche, pero a esa extraña hora no. El peregrino que le miraba desde lejos sabía que aquella ave alguna vez fue testigo del milagro sucedido en esa hermosa mañana de pascua cuando aquella lápida fue removida y ángeles sobre las colinas cercanas le recordaron a un puñado de asustadizas mujeres que no buscaran entre las piedras a un muerto si no la vida misma hecha resurrección. Sabía que quizás los zarzales que cubrían la peña sirvieron de corona para cubrir las sienes de aquel hombre sufriente, que sobre el enlozado del vía crucis sostenía un pesado madero hacia el monte de la calavera y que sobre los caminos de Emaus un caminante mostraría su rostro resplandeciente a aquellos quienes desconocieron su presencia. Sus alas a media tarde sobrevolaron de nuevo aquel sitio como queriendo decir ahí estuve, aunque siguiese siendo un divague de la mente.

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