SOBRE LA FE Y EL HOMBRE.
Sobre la fe y el hombre quedan espacios vacíos que llenar.
Montañas de miedo que pulverizar,
gargantas oscuras que iluminar.
Entre los espejos se reflejan instantes inacabados de mujeres que lloran la lluvia y hombres devorados por la impaciente locura; locura de incienso sin oler, e ídolos de altares sonrientes de vejez.
Fanatismo de aplausos sin respuesta y tambores que tañen las horas en vela.
Sobre la fe y el hombre, quedan amalgamas sin amasar, recodos de caminos sin andar, líneas blancas por llenar.
Todavía la luna refleja las pupilas de los lisiados, aunque la cruz de hierro se hace polvo en la colina.
El sudor aún erosiona las medallas de los santos, hasta hacerlas palidecer.
El Cáliz aún no ha sido bebido.
La Hostia aún no ha sido consagrada
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