domingo, 29 de abril de 2012


ANTE EL PELIGRO

Aquellos niños agarraditos de la mano cruzaban el puente con aquel miedo que sólo da una noche de tormenta y rayería. Los tablones rotos les provocaba retrocederse para luego a punto de templanza y motivados más por alcanzar la otra orilla que por el simple hecho de sobrevivir, sus pasos los llevaron entre dudas por seguir o quedarse quietecitos en espera de que alguna fuerza celestial llegara en su auxilio. La noche era negra y los relámpagos iluminaban el horizonte tras una borrasca que movía más el puente. Casi se adivinaba escuchar lo que el de pantaloncillos cortos decía a su hermana de bellos cabellos dorados, "¿Dónde estará mamá?". "Mejor habría sido no salir de casa". "Hermana tengo frío", "Y yo hambre..."
¿Qué iban hacer esos niños ahora que estaban perdidos en medio del bosque? .

De repente fijo mi mirada sobre aquella figura etérea, divina, que como queriendo abrazar a los infantes, detrás de ellos los protege de caer al vacío en aquel profundo cañón de río que se yergue debajo de aquel destartalado puente. Luego le doy vuelta a la estampita y una leyenda me recuerda una vieja oración de mi infancia: "Angel de la Guarda, Dulce compañía..."

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