ANTE EL PELIGRO
Aquellos niños agarraditos
de la mano cruzaban el puente con aquel miedo que sólo da una noche de tormenta
y rayería. Los tablones rotos les provocaba retrocederse para luego a punto de
templanza y motivados más por alcanzar la otra orilla que por el simple hecho de
sobrevivir, sus pasos los llevaron entre dudas por seguir o quedarse quietecitos
en espera de que alguna fuerza celestial llegara en su auxilio. La noche era
negra y los relámpagos iluminaban el horizonte tras una borrasca que movía más
el puente. Casi se adivinaba escuchar lo que el de pantaloncillos cortos decía a
su hermana de bellos cabellos dorados, "¿Dónde estará mamá?". "Mejor habría sido
no salir de casa". "Hermana tengo frío", "Y yo hambre..."
¿Qué iban hacer esos niños ahora que estaban perdidos en medio del bosque? .
De repente fijo mi mirada sobre aquella figura etérea, divina, que como queriendo abrazar a los infantes, detrás de ellos los protege de caer al vacío en aquel profundo cañón de río que se yergue debajo de aquel destartalado puente. Luego le doy vuelta a la estampita y una leyenda me recuerda una vieja oración de mi infancia: "Angel de la Guarda, Dulce compañía..."
¿Qué iban hacer esos niños ahora que estaban perdidos en medio del bosque? .
De repente fijo mi mirada sobre aquella figura etérea, divina, que como queriendo abrazar a los infantes, detrás de ellos los protege de caer al vacío en aquel profundo cañón de río que se yergue debajo de aquel destartalado puente. Luego le doy vuelta a la estampita y una leyenda me recuerda una vieja oración de mi infancia: "Angel de la Guarda, Dulce compañía..."
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