viernes, 27 de abril de 2012


¡PARA CUANDO YA NO ESTEMOS!

Hace años al despedirme de mis estudiantes en un cierre de curso se me ocurrió escribirles el siguiente mensaje. Nunca me atreví a leérselos. Hoy muchos  años después decidí sacar a la luz este escrito y lo comparto con mis lectores. Creo aún en los jóvenes y su capacidad de cambiar el mundo. A todos los estudiantes que han pasado por mis manos se los dedico con amor.

¡Compañeros!, los entiendo. Comprendo sus impulsos vitales, sus maneras de ver la vida; sus ganas de ser mejor.

Respiro su propio aire, comulgo con sus propias angustias, suspiro igual que ustedes por aquellos amores que no fueron y aquellos otros que vendrán.

Experimento a veces la misma soledad que les embarga a todos. Aquella que impulsa a caminar por las calles y sentarse en las bancas de un parque a contemplar lo vacío de la existencia, si no existiera nadie a quien recurrir, a quién amar, a quien sonreir. Pero también sé que alguien me espera cuando me levanto de esa banca, mis padres, mis hermanos, mis seres queridos, ¡Mi Dios!

En ellos confío y sé que ustedes también lo hacen.

Esperen la mejor parte. Disfruten el mejor momento. Saboreen a cada paso lo que la vida les entrega; mas no dejen de ser eso: ¡Jóvenes!, aquellos que luchan por superarse, por alcanzar un ideal. Por arrancar de sus corazones todo aquello que los aleja de lo Eterno, lo sublime, lo divino.

Busquen su primavera escondida y háganla florecer en el campo de la dicha. Entierren su otoño gris y refúgiense en su verano ardiente; pero sobre todo busquen ser día con día lumbreras que iluminen el paso de los que vienen detrás... ¡Sean felices!.

Su profe de Estudios Sociales.
23 de noviembre de 1993.

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