lunes, 13 de febrero de 2012




UN PASEO POR LA VIDA

Salgo a la calle a recorrer la vida y me encuentro que se encontraba ella ocupada, colgada toda, de una florcilla de diente de león.

Doblo la esquina y una niña se me acerca a pedir limosna, me siento con ella a platicar, le digo entonces: "¡vete a casa, si quieres me quedo en lugar tuyo!".

El cielo me regala entonces horas enteras para estar sentado y pedirle al mundo lo que le falta de amor.

Continúo mi camino a paso lento y me topo a un indigente bebiendo alcohol. Le entrego mi mano, me quito el abrigo y con cariño se lo coloco. Lo invito a un café, todo es sonrisas, alegrías ocultas, miradas preguntas, muchas sin responder.

Miro por la ventana, ya estoy en el parque, pesco una trucha que hay en el lago, la suelto luego, hay muchas hoy.

Me interno presuroso en la "jungla de concreto" y entre la gente descubro mujeres en prisa, autos y ruidos que me son familiares, hombres de oficina, vendedores de sueños, ancianos silentes.

Observo entonces silvestres aves colgadas de las cornisas de los edificios y las invito entonces a cantar conmigo, pero ellas mismas me cuentan: "Igual que ustedes, que van de prisa nosotras tenemos tareas hoy".

Las dejo con sus bulliciosas tonadas y mis pasos me llevan por las calles, ahí un grupo de jóvenes cuentan historias de batallas cibernéticas y converso con ellos de historias verdaderas, de vida y de muerte, de lo que son las luchas internas, de los valientes que sobrevivieron a ellas. Algunos me hacen caso, otros no, lo cierto es que sigo mis pasos, camino y "¡Adiós!". "¡Mañana los veo chicos para que me cuenten más de sus batallas, hoy cansado ya estoy!".

Me siento en un parque a mirar los árboles, algunos me lloran y lanzan sus hojas como lágrimas al sol, recojo una de ellas y observo que la vida no muere. Aunque caigan las hojas, la vida concentra su esencia en la savia que sube por ellos y se enreda en el tiempo, hasta precederme.

Mañana habrá otros hombres que se sienten en las bancas de los parques a observar los árboles y llorarán sus hojas sobre sus cabellos.

Luego llego a la casa de la niña que mendigaba en las calles y le devuelvo lo recogido entre mis manos. Ella me regala una sonrisa y una caricia en mi barbilla. Me voy feliz, con aquel regalo que me dió hoy.

Finalmente respiro hondo y cierro los ojos, he caminado mucho, he descansado poco, en mi mente acumulo miradas, sonrisas, angustias, tristezas, preocupaciones, pero medito entonces: "¡Esa es la vida, desbordándose en cada paso que doy!".

Ya tomé aliento, debo seguir... No me detengo.

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