RADIOGRAFIA DE UN PODER
El cielo mismo se volcó en esta parte del planeta sobre las agujas y cúpulas de
las iglesias cercanas. Rayos cayeron sobre las cruces de metal que coronaban los
templos, mientras la energía bajaba hasta los feligreses en forma de luz, como
mismas lenguas de fuego de un Pentecostés eterno. Todos empezaron a cantar
extrañas canciones en idiomas inentendibles.
Sobre la silueta del horizonte un hombre fue testigo de esa fuerza, al divisar un rayo caer por la metálica techumbre roja en forma de obelisco de su vieja iglesia. Mujeres y hombres adentro adoraban de diversas formas, aplaudiendo, danzando o simplemente cerrando sus ojos. El mismo Espíritu de Dios se desataba de diversas formas, mientras el sacerdote elevaba la hostia en actitud de sacrificio.
A unos cuantos kilómetros, un pastor predicaba sobre la muerte y resurrección del Cristo de Nazaret, mientras una anciana caía en éxtasis, mientras la multitud ahí presente alzaba las manos al Cielo como pidiendo se acercara.
Al otro lado del mundo, en una mezquita rodeada de desiertos, Alá se regocijaba sobre sus fieles que sincronizados, al mismo tiempo recitaban versículos del Corán, mientras un relámpago iluminaba los minaretes cercanos. A poca distancia un rabino desplegaba pergaminos de la Torá, a la vez que hombres con la kipá sobre sus cabezas recordaban a los antiguos profetas del Pentateuco. Centellas rodearon el recito sagrado y luces celestiales inundaron la estancia.
Mas hacia oriente luminiscencias caían sobre valles cubiertos de bruma, mientras de los arrozales y cerezos en flor surgían perfumes que se mezclaban con el incienso de los templos en honor a Buda. Niños y madres de ojos razgados se inclinaban en su honor, pidiendo que las cosechas fueran abundantes ese año.
Esa misma claridad sobre el Ganges la observó el peregrino que limpió sus pecados e impurezas sumergiéndose en sus ancestrales aguas.
Tales luces se extendieron incluso más allá del mar hasta las mismas costas de América del Sur, hasta subir a las alturas mismas del antiplano andino, donde un anciano aymará observó la tarde, pidiendo a Pachamama que luche contra el hombre moderno para que no muera en sus destructivas manos. Al mismo instante un Aguá de Talamanca, pide a Cibú cure al niño de la aldea que fue mordido por una serpiente, Esa noche sobre las cumbres del Chirripó luces extrañas reflejaron su brillo sobre las frías aguas de los lagos glaciares.
Todo esto vió en sueños uno que aún cree que las fuerzas de lo alto se hacen presentes aún entre los humanos.
Sobre la silueta del horizonte un hombre fue testigo de esa fuerza, al divisar un rayo caer por la metálica techumbre roja en forma de obelisco de su vieja iglesia. Mujeres y hombres adentro adoraban de diversas formas, aplaudiendo, danzando o simplemente cerrando sus ojos. El mismo Espíritu de Dios se desataba de diversas formas, mientras el sacerdote elevaba la hostia en actitud de sacrificio.
A unos cuantos kilómetros, un pastor predicaba sobre la muerte y resurrección del Cristo de Nazaret, mientras una anciana caía en éxtasis, mientras la multitud ahí presente alzaba las manos al Cielo como pidiendo se acercara.
Al otro lado del mundo, en una mezquita rodeada de desiertos, Alá se regocijaba sobre sus fieles que sincronizados, al mismo tiempo recitaban versículos del Corán, mientras un relámpago iluminaba los minaretes cercanos. A poca distancia un rabino desplegaba pergaminos de la Torá, a la vez que hombres con la kipá sobre sus cabezas recordaban a los antiguos profetas del Pentateuco. Centellas rodearon el recito sagrado y luces celestiales inundaron la estancia.
Mas hacia oriente luminiscencias caían sobre valles cubiertos de bruma, mientras de los arrozales y cerezos en flor surgían perfumes que se mezclaban con el incienso de los templos en honor a Buda. Niños y madres de ojos razgados se inclinaban en su honor, pidiendo que las cosechas fueran abundantes ese año.
Esa misma claridad sobre el Ganges la observó el peregrino que limpió sus pecados e impurezas sumergiéndose en sus ancestrales aguas.
Tales luces se extendieron incluso más allá del mar hasta las mismas costas de América del Sur, hasta subir a las alturas mismas del antiplano andino, donde un anciano aymará observó la tarde, pidiendo a Pachamama que luche contra el hombre moderno para que no muera en sus destructivas manos. Al mismo instante un Aguá de Talamanca, pide a Cibú cure al niño de la aldea que fue mordido por una serpiente, Esa noche sobre las cumbres del Chirripó luces extrañas reflejaron su brillo sobre las frías aguas de los lagos glaciares.
Todo esto vió en sueños uno que aún cree que las fuerzas de lo alto se hacen presentes aún entre los humanos.
kipá: sombrerito en forma de cúpula empleado por los hombres judíos para separar su ser del Dios que está sobre sus cabezas.
Aguá: médico naturista, entre las tribus Borucas y Bribris de la Cordillera de Talamanca, la más alta de Costa Rica.
Cibú: dios principal de estas tribus.
Chirripó: mayor altura de Costa Rica, 3820 mts. sobre el nivel del mar.
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