miércoles, 1 de febrero de 2012

MASACRE DE INOCENTES

El viento movió las ramas del árbol mientras los cocuyos cantaban una extraña canción de misterio. El sereno provocaba que su coraza se le ablandara. La gravedad lo hizo descender en caída libre. Al llegar al suelo una sustancia pastosa y verde comenzó a salir de su costado. Rodando comenzó a producir sonidos extraños. Parte de un hueso salía de sus miembros inferiores. De repente el otro ser lo tomó entre sus manos, apretándolo fuerte hasta que de su herida en el costado brotó más del líquido verde y grumoso. El ser luchaba por conocer su estructura, saber si el organismo contaba con los elementos necesarios para desarrollar el proyecto. El tan preciado proyecto...
Lo aprisionó fuertemente contra una mesa y con el impulso animal que lo caracterizaba, literalmente lo fue partiendo en trozos con un cuchillo, despedazando su carne y volviéndolo una masa informe. La escena se llenó de horror, sangre verdusca en todas partes, piel rugosa en el suelo, huesos a flor de piel, en fin el procedimiento se llevó a cabo, había muerto a manos del despiadado ser.

El experimento continuó, el ser en su macabra mente no se satisfacía sólo con asesinar al inocente recién llegado, sino que tomó a otro espécimen que lo mantenía en una cámara de enfriamiento para que sus líquidos vitales mantuvieran sus cualidades físicas adecuadas y el procedimiento fuera un éxito. Esta especie contenía debajo de su piel la sangre roja que el asesino necesitaba para satisfacer sus bajos instintos, así que sin más miramientos tomó el mismo cuchillo con el que asesinó al primero e introduciéndolo en su pecho lo desgarró lentamente. El inocente no tuvo oportunidad siquiera de defenderse, mucho menos de pronunciar palabra alguna, de todas maneras al permanecer a bajas temperaturas el sentido del habla se le había atrofiado. Apenas un gemido final lo separó del hilo entre la vida y la muerte. Sin poder luchar se rindió al último corte del desalmado ser. Como parte del extraño experimento, introdujeron ambos cuerpos desmembrados en una cámara y vertió un líquido ácido que poco a poco les iría disolviendo. Agregó miembros cartilaginosos y blancuzcos de otra de sus víctimas, miembros olorosos a miedo y terror, a pánico hecho lágrimas al momento de su muerte.

El asesino en su depravación probó la sangre mezclada de sus víctimas, absorbiéndola directamente de sus miembros destrozados con la serenidad propia de los psicópatas, que sin inmutarse se excitan con sus crímenes.

Luego todo fue celebración y orgullo. Para festejar su fechoría convidó de las sangre y los cuerpos a otros iguales a él, otros que se deleitaban con el sufrimiento de inocentes incapaces de defenderse.

Yo lo sé porque estuve ahí; fui una de la víctimas en espera a ser sacrificada, pero que tuve la oportunidad de escapar de la masacre hecha ensalada, de mis amigos el aguacate, el tomate y la cebolla...

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