lunes, 6 de febrero de 2012



LA NEBLINA

Comenzó la neblina a descender por la ladera de las montañas, hasta cubrir el valle. Se estacionó un momento sobre el campanario. La humedad que aportaba contribuía con el herrumbre que durante años iba cada vez más deteriorando el mecanismo del reloj y por consiguiente retrazando los minutos del tiempo. La pareja de lechuzas que en las viejas cerchas del edificio descansaban, nos recordaban con su ulular lo antigua que estaba la estructura de madera del templo. Se acercaban el uno contra el otro para resguardarse del frío que bajaba de las alturas.
La neblina continuó flotando silenciosamente sobre el camino de piedras y se adentró en el jardín de rosas. Como fantasma se coló debajo de las rendijas de la puerta y se introdujo en un largo zaguán que daba a la habitación de una joven mujer pero que ya presentaba signos de cansancio. Sofía yacía sobre su cama con su viejo camisón de algodón, uno de los pocos que le quedaban dada la paupérrima situación de años. Estaba muy deprimida ya que escasas semanas su marido había muerto en un accidente automovilistico, no tenía hijos, la madre naturaleza no la había reconpensado con tal dicha y dedicaba gran parte de su tiempo a cuidar unos niños del orfanato que distaba unos cuantos metros de ahí,.
La neblina subió lentamente la cama, deslizándose sobre el cuerpo de la mujer, empezando por los fríos pies que aunque debajo de las colchas permanecían desnudas, hasta llegar al rostro desgajado de la enferma. Estando dormida aspiró el aire cargado de humedad y de repentre se produjo un espasmo en todo su cuerpo que la encorbó hacia arriba. Comezó a experimentar extrañas convulsiones con movimientos sinuosos de serpiente, las sábanas y almohadas caían al suelo cubriendo las pantuflas grises que el día anterior había colocado ceremoniosamente una a la par de la otra. De su boca comenzó a salir gemidos como de animal. y entre sollozos pronunciaba el nombre de su marido, Marco. Soñaba con él como cuando paseaban por la pradera y el sol daba sobre sus rostros. Nada les parecía más hermoso que estar juntos y compartir horas interminables de pláticas en el que los temas cambiaban de política a cosas superfluas como el color de los geranios. En su sueño Marco se le presentó de frente y le tomó sus manos, la miró a sus ojos y le susurró al oído:
-"Mi amor yo estoy bien, no te preocupes por mí. Deseo que despiertes y sigas viviendo, no te dejes vencer por la tristeza, tienes que dedicarte a lo que siempre has amado, los niños del orfanato. Te prometo que pronto estaremos juntos..."

De repente la neblina se disipó, el frío se alejó de las rendijas de la vieja casa, la pareja de lechuzas del campanario dejaron de ulular y por la silueta de las colinas cercanas empezó a salir unos pequeños rayos de sol. La cortina de nubes bajas que cubría el valle empezó a levantarse y a asomar un pueblo lleno de color, donde la gente despertaba a la vida laboral de siempre. Sofía todavía permanecía yaciente sobre la cama. Sus párpados comenzaron a abrirse, mientras sus pupilas hacían el esfuezo para dilatarse ante la entrada de luz proveniente de los diáfanos ventanales que daban a su habitación.
Aspiró lentamente por su boca y como disparada por una catapulta, se levantó de prisa procedió a bañarse , se cambió de ropa y salió hacia la calle. Todo le parecía nuevo, las hojas de los árboles brillaban por el sol, el aire no estaba contaminado, el azul del cielo le parecía una pizarra donde escribir sus sueños. Estaba viva y deseaba estarlo, pensó en sus amados hijos del orfanato y corrió hacia ellos. Los encontró cantado en círculo, la hermana Clarisa los había cuidado en su ausencia. Al entrar al salón de clases todos la recibieron con un fuerte abrazo y ella se unió a la algarabía de los juego y el canto. Ese día fue para ella un volver a nacer. Se preguntarán: ¿qué es lo que pasó?. Algunos que la oyeron contar sobre el extraño sueño no le creyeron, preferían pensar que la neblina que había bajado el día anterior de las montañas, tenía algo que ver con su vuelta a la vida. Se decía que la nueva fábrica de farmacéuticos que recientemente se había instalado en las afueras del pueblo, expedía gases de una reciente pastilla antidepresiva que habían inventado.

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