viernes, 3 de febrero de 2012



EL EXTRATERRESTRE

¡Mami, mami, un extraterrestre, un extraterrestre!
Se oyó , seguido de un agudo grito dado por el desaforado niño, que con un balde en la cabeza y por sable una rama de guarumo izaba como pendón ante la batalla . Con tales pertrechos se disponía a atacar al enemigo alienígena. La madre llegó al encuentro con una expresión en su rostro de asombro y pavor, a defender a su hijo. Ante tremendo susto el contenido de la cuchara con que estaba probando la sopa que acababa de cocinar se le derramó, dejándole una senda mancha roja en el gallo estampado sobre su delantal. Salió de la cocina con la sandalia derecha en el pie izquierdo y el derecho descalzo; con los anteojos torcidos por la prisa y el cabello a medio cubrir por un pañuelo que le quedó guindando de medio lado y que le tapaba la mitad de su cara. En el pasadizo, mientras soplaba su pañuelo para poder ver mejor se fue tropezando con cuanto juguete había dejado el chiquillo en el suelo: el pato de hule, el avioncillo de guerra, un balón desinflado y un montón de canicas que la hicieron resbalar quedando como una pobre cucaracha con las "patas" para arriba.
Arrastrándose como pudo logró abrir la portezuela de cedazo que daba al patio. Viró hacia la derecha y chocó con una maceta que guindaba de un alero dándole un certero golpe en la frente. Todavía sobándose la cara se detuvo en el instante en que su hijo paralizado señalaba a un amenazante cactus con largas espinas , dos brazos que apuntaban al cielo y por cabeza una flor roja del desierto. Era casi de su tamaño y la madre apenas dos horas atrás con todo esmero lo había sembrado. A su corta edad el chiquillo había confundido la inofensiva planta con un ser de otro planeta. Ese sería el primer evento que presagiaría una tarde de travesuras, difícil de aguantar para cualquier madre de este mundo.

Dedicado a mis hijos Nigel y Etienne




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