miércoles, 16 de mayo de 2012


LA CÚPULA AZUL

"En lontananza,
miro la cúpula,
azul como el mismo cielo,
recortada bajo la luz
de la tarde
y yo que estoy lejos"

De niño siempre que viajaba en autobús hacia el oeste de la capital miraba tras los cristales una gran esfera azul, tan bella por su composición clásica. Me preguntaba entonces a qué iglesia pertenecía esa cúpula. Pasarán muchos años, cuando mis piernas crecieran y mis padres me permitieran andar solo por las angostas calles de mi ciudad, que me enteraría de que se trataba de la cúpula azul de la iglesia de Barrio México, un lugar hoy maltratado por la marginalidad de convertirse en suburbio, uno plagado de indigencia, de aquellos seres ambulantes y silentes que buscan cómo sobrevivir un día más sus maltratadas existencias. Lo cierto es que en ese primer encuentro de adolescente;  al entrar al templo, el ruido de la calle se convertió en silencio ancestral, aquel que me recordó las catedrales medievales, que alguna vez leí en mis libros de historia. Por dentro la enorme cúpula no era azul, sino de un blanco antiguo que me decepcionó. Era demasiado sencillo el domo que visto desde abajo, no presentaba ningún friso en particular. Apenas sencillos vitrales dejaban ingresar pequeños rayos de luz hacia el interior de la nave central. Sin embargo el hecho de encontrarme ahí sólo después de años de curiosidad a la luz de mis ojos infantiles, y ahora como jóven, es que encontré una paz esperada. Después de ese encuentro todo fue trajines de colegio, amores perdidos, tardes de verano leyendo algún libro, y noches de invierno arropando soledades. Nunca creí que volvería alguna vez a mi cúpula azul, esta vez como cantante. En el año 1998, tras una audición muy apretada -sólo quedaban dos puestos para cuerda de barítono- pude ingresar al Coro Sinfónico Nacional. Tras varias presentaciones en el Teatro principal de mi ciudad, comenzaríamos una gira de extensión cultural por algunas provincias de mi país, lo que no sabía es que darían inicio en la Iglesia de Barrio México, la de mi cúpula azul.
A las ocho en punto de la noche, los primeros acordes de los violines, chelos y contrabajos llenaron el espacio del templo con armonías que rebotaron contra el domo y devolvieron a la audiencia sonidos barrocos que los transportaron hacia épocas de reyes, castillos y caballeros, a salones de fiesta engalanadas con lujo y ostentación. Ese día en uno de los lugares más marginales de mi vieja San José, lo antiguo y moderno, lo clásico y contemporáneo, la riqueza y la pobreza se dieron de la mano. Cuando me tocó el turno de leer partitura, y tras haber coreado algunas arias de ópera, nos correspondió interpretar el "Alleluha" de Haendl. Sólo bastó mirar al público ponerse de pie a aplaudir para recordar años atrás mi deseo de conocer esa iglesia, una que llenaría, con los acordes que de las gargantas de mis compañeros coristas y yo saldrían hacia lo alto de mi cúpula azul. Estaba de nuevo ahí, ahora con mi pasado haciéndose presente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario