viernes, 11 de mayo de 2012




GRAFITI

"Siempre he creído que el grafiti es la sangre misma de la ciudad desbordándose en gotas de spray".
El grafiti que algunos no lo consideran arte, es un fenómeno propio de las urbes y aquí en nuestra Latinoamérica es la forma en que el pueblo ha logrado expresar su aprobación o desconfianza hacia los políticos, hacia la ignominia de un pueblo marcado por la pobreza y las tiranías, o simplemente se ha convertido en el medio para plasmar poemas y versos a la vida y al amor en las paredes de nuestros edificios.

En mi San José de hoy los grafitis los vemos en todas partes, sobre todo en la fachada de la Asamblea Legislativa, en los muros del viejo cuartel Bellavista, hoy convertido en museo o en los edificios derruidos de la llamada Zona Roja, un lugar de prostitución y venta de drogas. Sólo basta realizar un paseo por estos sitios para leer el sentimiento nacional del costarricense, resumido en frases contra las medidas absurdas de nuestros gobernantes o el descontento hacia la crisis que vivimos los de estas latitudes.

A pesar de que somos un país democrático y desde hace más de cincuenta años el presidente José Figueres Ferrer abolió el ejército, todavía cargamos con los vicios que la política ofrece. Aún el desamparo y la falta de vivienda golpea a una mayoría importante de la población.

El sector agrícola es menospreciado y hay una gran masa de personas carente de recursos básicos para vivir.

La inseguridad ciudadana es el plato fuerte de las noticias que a diario presentan los medios de comunicación; asaltos, violaciones, suicidios y violencia intrafamiliar son elementos de una larga listas de crímenes que se cometen en nuestras calles y barrios marginales.

El no tener ejército nos ha brindado seguridad y tranquilidad, aunque los delincuentes se hayan adueñado de estos sitios. Contamos además con buenos índices de salud y el Tribunal Supremo de Elecciones ha permitido por mucho tiempo votaciones limpias y seguras.

En este conglomerado de eventos ambivalentes entre sí es que el grafiti se ha convertido en la catarsis del pueblo. La manera folklórica en que el tico puede volcar todos sus sentimientos hacia las paredes de nuestros edificios.

Recuerdo que hace algunos años me uní a los grafiteros, no de mi ciudad San José sino de la ciudad-puerto de Limón, en la región Atlántica, quienes aprovechando una huelga nacional por la No privatización de las telecomunicaciones, un grupo de compañeros y alumnos llenamos las paredes del Estadio y otros lugares con grafitis alusivos a nuestra queja contra el sistema. Todavía recuerdo la emoción de evadir las autoridades ocultándome bajo las sombras de la noche con mi lata de spray, aguardando el mejor momento para trazar en el esperado lienzo de algún muro frases en contra de la privatización de ICE (Instituto Costarricense de Electricidad). En esa ocasión salimos librados de esta quijotada. Fueron otros tiempos y les digo que por ninguna razón me atrevería a repetir la aventura.

Hoy la ciudad de San José se nos muestra con la faz de un modernismo no acabado , pues sus calles aún huelen a antaño y a un siglo que no quiso irse. Aunque ya no escribo grafitis, me atrevo a mostrarles algunos que hubiera deseado plasmar quizás en alguna descuidada pared, esta vez menos subversivos, ahora más afables:

A pesar de los años, el tiempo sigue siendo mi mejor compañero de viaje.


Colgaré mi esperanza en el árbol de la dicha, para cosechar margaritas en los campos del olvido.


No olvides regresarme el silencio que te presté.


En el andén de un tren que ya no está, despido a las musas de la tarde para que mis poemas descansen bajo el alero de la intimidad.


Si tienes una dulce mirada, ¿por qué no te comen las hormigas...?

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