viernes, 18 de mayo de 2012


LA CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS

Entraban y salían en un sincronizado vaivén sobre aquella antigua cueva enclavada sobre la pared del cañón de río los oscuros seres alados. Con gran temor se adentró a las profundas y oscuras cámaras de la caverna, llena de estalactitas de sinuosas y complicadas formas. Desde pequeño le temía a los murciélagos y es que cuando apenas tenía cinco años, uno de ellos entró en su habitación y batiendo su alas cayó sobre su cama. Desde ese día casi todas las noches tenía pesadillas con ese misterioso animal revoloteando encima de su cabeza. Despertaba gritando y bañado en sudor. Por eso es que a pleno medio día y sin que nadie lo forzara, decidió entrar a esa cueva con el fin único de terminar con ese trauma, morir a sus demonios y acabar con su fobia a los murciélagos. Al abandonar la luz de la soleada tarde, y verse envuelto en la penumbra, su corazón comenzó a agitarse cada vez más. El guano que cubría las paredes y el suelo húmedo de la caverna inundaba de un desagradable olor el ralo ambiente del lugar. debido al gas metano que expedía, peligroso al concentrarse en grandes cantidades. Aún sabiendo el peligro inminente decidió continuar su travesía auxiliado de un pañuelo que sujetado a su boca, lo protegía de los mortales gases. Con ayuda de una lámpara de baterías logró romper el velo de la oscuridad para darse paso por los enmarañados pasadizos de la estrecha cueva. Después de sortear algunas estalagmitas y vadear las aguas del manantial que corría en sus entrañas, logró llegar a una cámara abierta, donde quedó asombrado del trabajo milenario que el dióxido de carbono produce sobre la calcárea roca. Al llegar al centro de aquel lugar sintió una brisa que según él provenía de alguna abertura en el techo, pero que al iluminar la estancia se percató de que se trataba de los cientos de murciélagos que revoloteaban a su alrededor. Entonces un escalofrío paralizó sus extremidades y en un primer impulso quiso gritar, pero no estaba dispuesto a retroceder, se decía para sus adentros que esta vez no huiría, enfrentaría su terrible temor porque de lo contrario toda la vida seguiría despertándose sudoroso en las noches con la imagen de esos "ratones alados" abalanzándose sobre su rostro hasta hacerlo sangrar y desfallecer. Cerró entonces sus ojos y en total oscuridad sintió cómo las alas cubiertas de piel rozaban sus orejas, sus cabellos y brazos. Incluso un atrevido animal se posó sobre su hombro. Aquel asustado hombre viró hacia donde estaba aquel ser , para observar luego cómo los dientes del quiróptero se abrían en amenazante demostración, mientras una larga lengua salía de su boca.

Estando ahí sólo, en medio de esa cueva, el miedo lo envolvía y no en vano quería huir, lo cierto es que permaneció más de una hora de pie rodeado de todos esos animales, soportando la idea que lo llevó a enfrascarse en tan arriesgada misión. De repente y sin una explicación lógica, aquel hombre que había sufrido durante años aquel temor incontrolable fue envuelto de pies a cabeza por las alas de aquellos seres noctámbulos hasta convertirlo en una sola masa amorfa y fue levantado del piso a media altura de la cueva, luego giró y como si fuese sumido por una fuerza paranormal, levitó por toda la estancia hasta que finalmente cayó al suelo, permaneciendo inconciente por algunos minutos, después del cual se levantó y con la alegría de haber superado una crisis, como si hubiera logrado escalar una montaña o haber ganado un trofeo olímpico, aquel hombre salió de la cueva libre de toda fobia.

Ni él mismo era conciente de lo que sucedió en realidad ese día en aquella misteriosa cueva, lo cierto es que no volvió a soñar con murciélagos revoloteando sobre su cabeza, sería él quién ahora en noches de plenilunio volaría sobre las cabezas de quienes temen y sueñan la oscuras alas de un murciélago, era ahora él uno de ellos...

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