viernes, 18 de mayo de 2012

HISTORIAS DE VIDA Y MUERTE
                                               (LIBRO)

PROLOGO:  A traves de estos cinco relatos cortos, pretendo presentar la cotidianidad que significa vivir o morir; al fin y al cabo, las historias humanas se irvanan entre esos dos ejes.  Todos somos de la vida, todos somos de la muerte...



LA MANO EXTENDIDA: (Vida) Extendió la mano como esperando que la gente depositara puñados de aliento en su palma. No esperaba dinero, nada más sentir el calor de una mano fraterna entregando parte de sí, sin importar si unos cuantos centavos o algún billete que sobrase de los bolsillos de una caritativa alma supliera la necesidad de sentirse acompañado.
Esa tarde llovió y la mano seguía extendida, aguardando una respuesta, vislumbrando una pregunta ¿hasta cuándo?.
Y la respuesta siguió esperando. Nadie se atrevía colmar esa mano con el calor de una caricia, mucho menos proporcionar el frío metal, tan frío como la ciudad que servía de marco a la escena. Las calles se inundaron de gente que aprisa buscaba refugio en los aleros de los edificios, mientras como hongos de colores se llenaban de sombrillas las avenidas para guarecerse del temporal. Esta vez, la mano del mendigo se ocultó entre los pliegues de su abrigo buscando la manera de guardar calor. Ya no pedía nada, se había resignado a olvidar que era alguien, sólo quería confundirse con las paredes , el asfalto de la calle y el humo de los autos, para no creer que existía y simplemente resignarse a ser como las cornisas de los edificios, que no tenían alma y eran simples estructuras inanimadas que no sentía ni vivían. Era más fácil pensar así.
Es tarde, a lo lejos se escucharon los últimos truenos y de la ventana de una nube descendió un rayo de luz que iluminó la convulsa ciudad, la lluvia había cesado y apenas goteaba de las hojas de la vieja araucaria del parque unos cuantos chorrillos de agua. De nuevo la tímida mano se extendió como pétalos al sol después de una lluviecilla de mayo. Nadie entregó una moneda, nadie ofreció su calor, sólo el rayo que provenía del cielo iluminó la ennegrecida palma mientras que en un gesto de asombro los ojos del anciano mendigo se llenaron de lágrimas . Esa tarde ya no sintió frío.



EL ACCIDENTE
(Muerte)

De repente se detuvo el tráfico y las calles se llenaron de sonidos de ambulancias y radiopatrullas. Los pasajeros del autobús exigían al chofer la devolución de sus pasajes, mientras lanzaban improperios a los causantes de su demora, muchos de ellos llegarían tarde a sus lugares de trabajo. Era un caos, algunos niños de pecho comenzaron a llorar mientras las madres buscaban presurosas chupetas y chupones para acallar sus gritos. Algunos asomaban sus cabezas por entre las ventanas y en sus morbosas mentes ansiaban ver la sangre correr por entre las alcantarillas y distinguir miembros mutilados por todo el asfalto, con la decepción de encontrarse con la escena de una mujer atropellada quien murió en el acto sólo por el certero golpe de un automóvil que venía a alta velocidad, pero que no presentaba lesiones visibles. Llegó entonces el ángel de la muerte quien se le vio no con el tradicional traje oscuro, sino de blanco y con unas elegantes alas transparentes. Al menos así lo percibieron algunos transeúntes. Se dirigió en forma reverente al cuerpo de la recién fallecida y la tomó delicadamente entre sus brazos, extrajo de ella su último aliento y lo depositó cuidadosamente en una hermosa urna de oro rematada con pedrería de diamantes. Antes de remontar vuelo y llevarse consigo el alma de la desdichada mujer se subió al autobús y preguntó : ¿Alguno de ustedes bajó a socorrerla?. El murmullo y los insultos hacia el chofer y los policías de tránsito fueron la única respuesta.



MATERNIDAD
(Vida)

En la cama de un hospital una mujer recientemente dio a luz el hijo que pudo no haber nacido. Mira entonces desde su ventana y se da cuenta de la verdad que acababa de descubrir...

La sala de maternidad se llenó de un ambiente de alegría, aquella mujer que llevaba ya catorce horas de labor de parto logró finalmente dar a luz a un bello bebé de escasas cuatro libras. Después de haberlo limpiado y dado los primeros auxilios para enfrentarlo a la frialdad de esta vida, la enfermera lo depositó en los cálidos pechos de la madre para que en fallidos intentos lograra extraer el líquido vital que le permitiera alcanzar el peso necesario para salir de la zona de mortandad infantil. Más tranquila y con la dicha de tener entre sus brazos a su pequeño hijo, María recordó la fatídica escena, cuando su pareja en un arrebato de cólera le pegó por haberse negado a abortar la criatura que ya llevaba cuatro semanas en su vientre y ella estuvo a punto de hacerlo al tomar unas pastillas que casi desgarra el saco amniótico y destroza al bebé. Para dicha del mundo la criatura fue rescatada a tiempo por los paramédicos
Después de haber absorbido unos pequeños tragos de calostro le arrebataron el bebé a María para mantenerlo en observación. Ella quedó rendida por las largas horas de lucha tratando de parir la criatura. La noche la sorprendió con la ventana del salón abierta permitiendo que una tenue brisa refrescara su sudorosa frente. Se dispuso a descansar y antes de que sus párpados se cerraran observó sobre el tejado del edificio de al lado la hermosa silueta de una gata que a contraluz de la luna era acompañada por tres pequeños felinos. Esa noche se sintió por primera vez una madre.


EL ENTIERRO
(Muerte)

La ventaja de ser niños es que sin importar lo trágico de la vida, todo lo olvidan fácilmente. Si hubieran sabido esa tarde quién los espiaba , no olvidarían tan fácilmente ese incidente...

Hicieron una caravana con ramos de violetas, margaritas y geranios que en actitud de reverencia portaban entre sus manos. Caminaban despacio y uno de ellos llevaba el féretro, que no era más que una vieja caja de zapatos con algodón adentro. Contenía un pajarillo muerto que aún la corrupción no le había afectado; no presentaba mal olor y sus plumas seguían siendo brillantes. Antes de bordear las bancas de madera y adentrarse por la barda de cipreses pasaron por el cobertizo para sacar la pequeña pala con que cavarían la fosa.

Su papá les había regalado el pajarillo con el fin de colmar la casa con los sonidos mañaneros de esta canora criatura, y ahora por problemas de envenenamiento, la infortunada avecilla estaba a punto de ser enterrada en el patio a los pies del viejo Roble. Los inocentes niños se detuvieron frente al árbol y cavando un hoyo que casi rompe una de sus gruesas raíces enterraron la vieja caja de zapatos con todo y ave, luego de depositar suficiente tierra en el hueco y finalmente colocar una cruz hecha con ramas secas. Terminada las honras fúnebres y después de haberse arrodillado frente a la tumba a rezar por el alma del difunto, los hermanos Sequeira se alejaron de prisa del lugar a entretenerse como siempre con sus juegos preferidos. Fácilmente borraron de su memoria el incidente y volvieron a la rutina de ser niños esas criaturas que rápidamente olvidan la tristeza y no consideran la muerte un problema para seguir viviendo, No sospechaban que su padre desde la cama de su dormitorio los observaba en actitud silenciosa. Acababa escasas tres horas de volver de la clínica donde se le había diagnosticado un cancer terminal.

LA HORA CRUCIAL
(Vida)

Tirado en una trinchera, en la hora crucial de su muerte, un rayo de esperanza le acompaño y le provocó una última sonrisa...

El cabo yacía agonizante entre los charcos de aquella trinchera que tanto protegió su vida durante los últimos dos meses. De su pecho salían a borbollones ríos de sangre que se confundían con los colores del crepúsculo de esa nefasta tarde. A lo lejos se oían morteros expedir sus municiones al aire mientras el ruido de metrallas ensordecía el campo. Entre la bruma y la pólvora que llenaba la atmósfera con su particular olor acre apareció la figura del soldado compañero que presuroso se lanzó sobre el cuerpo del herido tratando con sus propias manos de detener la hemorragia, sin lograr nada. Inevitablemente estaba muriendo. El solado amigo, en un intento de darle ánimo comenzó una plática sin sentido ni tema especial, divagando entre los recuerdos de infancia, la promesa de jugar de nuevo póker cuando se recuperara y volver a escalar juntos los montes y serranías de su natal población. De repente recordó el único medio que podría confortar a su ya casi difunto amigo, leerle la carta que escasas horas atrás había recibido de su comandante y que por órdenes del mismo le exigía guardar en el más hermético sigilo para evitar que su mente divagara en esa hora crucial de la batalla.
Rápidamente la sacó de su bolsillo y comenzó de prisa a leérsela. Cuando ya faltaban las últimas líneas que así versaban :
..."mi amor espero tenerte de nuevo a mi lado para presentarte a tu hijo que llevo en mis entrañas"., una lluvia ligera comenzó a bajar de entre las bajas colinas circundantes. A esa hora el cabo murió. Su rostro estaba lleno de sangre y lodo, pero detrás de esa mugre se asomaba una leve sonrisa.

Segunda batalla del Marne, verano de 1918.




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