LA COMETA DE PABLITO
Sobre aquel inmenso
potrero el viento de esa tarde corría fuerte, tan fuerte como para derribar las
coloridas flores del viejo madroño. Como era la mañana del día de Reyes algunos
niños aprovecharon para jugar con sus cometas recién compradas. Algunas tenían
dibujadas amenazantes águilas cuyas garras parecían arrancar los hilos de la
vecinas recién encumbradas. Otras parecían avioncillos de la Segunda Guerra
Mundial con la esvástica hitleriana, siempre dispuestas a dominar a las demás.
Lo cierto es que la cometa de Pablito era apenas hecha de cáñamo y papel y sobre
la superficie, su padre había dibujado una hermosa estrella amarilla en el
centro. Le había pintado un par de ojitos pequeños y una boquilla sonriente. Era
una sencilla cometa, pero para Pablito ese fue el mejor regalo que pudo recibir
en esa hermosa mañana de Reyes.
El viento continuaba elevando más y más cometas en el cielo. Aquello parecía un campo sembrado de multicolores flores sostenidas apenas por el tallo de unos hilos.
Pablito vio entonces que todas las cometas del lugar se elevaban fácilmente, mientras la suya constantemente se propinaba golpes en el suelo y por más que lo intentaba no lograba siquiera elevarse unos cuantos centímetros.
Llorando por sus fallidos intentos volvió a casa a reclamarle a su padre la mala confección de la cometa. Al escucharlo aquel hombre simplemente se levantó en silencio y tomando el juguete se dirigió al campo. Con ayuda de unas ramitas que colocó estratégicamente entre el papel logró equilibrar la estructura de la cometa y después de varias carreras logró elevarla bien alto, tanto que se perdió entre las nubes. De repente el hilo dejó de tensarse y finalmente la cometa desapareció. Llorando el niño volvió a reclamarle:
- Papi, casi ni logró elevarse y ahora que lo hizo se fué ¿Porqué me dejó?
Con la ternura que a un padre causa la inocencia de un hijo, sonriente le respondió:
Hijo, la cometa se fue porque tenía que irse a preparar para que en la noche brillara bien alto. ¿Te acuerdas que le dibujamos una estrella?. Pues cada noche que te sientas solo mira desde tu ventana al cielo y encontrarás siempre una estrella que te acompañará, esa es tu cometa que anda surcando sonriente el espacio.
Después de un largo silencio Pablito se quedó mirando hacia las nubes y sonriente le tomó la mano a su padre.
-¡Vamos papi a cenar, para acostarme temprano y mirar mi cometa desde la ventana!.
El campo quedó sembrado de aguilillas, avioncillos y decenas de animalitos de diferentes colores y formas, mientras padre e hijo se dirigían alegres a su hogar.
El viento continuaba elevando más y más cometas en el cielo. Aquello parecía un campo sembrado de multicolores flores sostenidas apenas por el tallo de unos hilos.
Pablito vio entonces que todas las cometas del lugar se elevaban fácilmente, mientras la suya constantemente se propinaba golpes en el suelo y por más que lo intentaba no lograba siquiera elevarse unos cuantos centímetros.
Llorando por sus fallidos intentos volvió a casa a reclamarle a su padre la mala confección de la cometa. Al escucharlo aquel hombre simplemente se levantó en silencio y tomando el juguete se dirigió al campo. Con ayuda de unas ramitas que colocó estratégicamente entre el papel logró equilibrar la estructura de la cometa y después de varias carreras logró elevarla bien alto, tanto que se perdió entre las nubes. De repente el hilo dejó de tensarse y finalmente la cometa desapareció. Llorando el niño volvió a reclamarle:
- Papi, casi ni logró elevarse y ahora que lo hizo se fué ¿Porqué me dejó?
Con la ternura que a un padre causa la inocencia de un hijo, sonriente le respondió:
Hijo, la cometa se fue porque tenía que irse a preparar para que en la noche brillara bien alto. ¿Te acuerdas que le dibujamos una estrella?. Pues cada noche que te sientas solo mira desde tu ventana al cielo y encontrarás siempre una estrella que te acompañará, esa es tu cometa que anda surcando sonriente el espacio.
Después de un largo silencio Pablito se quedó mirando hacia las nubes y sonriente le tomó la mano a su padre.
-¡Vamos papi a cenar, para acostarme temprano y mirar mi cometa desde la ventana!.
El campo quedó sembrado de aguilillas, avioncillos y decenas de animalitos de diferentes colores y formas, mientras padre e hijo se dirigían alegres a su hogar.
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