viernes, 11 de mayo de 2012



IMPRESIONES DEL CARIBE

No puedo afirmar que es un diario, quizás es una simple bitácora de viaje en la que obvio muchos detalles que impiden mostrar al lector mi interés por presentar nada más las sensaciones que mis sentidos captaron durante mis cortas vacaciones de fin de año a la Provincia de Limón, en la Costa Caribe de mi país y que de alguna forma no escapan a las destrezas del raciocinio quien las transforma en palabras escritas. Son simples descripciones de algunas imágenes sueltas que acumulé a lo largo del recorrido y que no necesariamente llevan un orden determinado. Sentado frente a mi computadora y con ese cúmulo de ideas rondando por mi mente, me dispongo a la tarea de recopilarlas a manera de una libreta de apuntes, una que transcribo de la tinta y papel a la magia de los pixeles

30 de diciembre de 2009 - 3 de enero de 2010.



DIA UNO

Tres de a tarde

Son las ventanas de los autobuses marquetería donde el verde intenso de las montañas encuadra la fina brocha del Gran Pintor. Y es que para cualquier lugar que volcara mi mirada, selvas enteras inundaban mis pupilas, y si dejaba entrar la brisa, olor a humus, lianas y helechos, ceibas y valles floridos, cascadas en la carretera y matapalos crecientes se agolpaban en mis fosas nasales.
Tres horas separan la capital de la costa Caribe de mi país, tres horas de cambio de postura, sudoración y cabeceo, sin que mis ojos no dejaran de enfocar el hermoso Cerro Zurquí, el Río Sucio, llamado así no por su contaminación, sino por los sedimentos arrastrados, el Parismina, de categoría "A" en rafting y las hermosas llanuras de Santa Clara.

Una hora después.

Definitivamente somos animales de costumbres y ya me hacía falta la bebida tan común del Valle Central, el café que acompañado de un sabroso Patí (empanada de harina de trigo rellena de una sabrosa carne picantosa), me reanimó del viaje que ya comenzaba a cansarme. Tengo entendido que es una comida propia de casi toda la región caribe y en mi país, esa comida es muy común de la Provincia de Limón. Mi esposa e hijos no son tan fanáticos de estas delicias, por lo que prefirieron bebidas gaseosas y otra de las especialidades caribeñas; el Plantintá (empanada también de harina rellenas de un puré de plátano maduro, condimentado con dulce de caña, nuez moscada y canela) de un sabor algo dulzón, no muy codiciado por mi paladar que prefiere el sabor picante del chile. Continuamos el viaje.



Dos horas después.

Los cocoteros comienzan a dominar el paisaje. Sobre y debajo de ellos, árboles retorcidos y en desordenada frecuencia atraviesan la horizontalidad de mi vista. El puente peatonal y señal de aviso me indica que atravesamos la población de Siquirres. El río Barbilla me recuerda que entramos a una zona de refugio silvestre mientras las llanuras de Matina cubiertas de bananales transforma el paisaje en otro verde, el verde propio que forjó desde finales del siglo XIX la economía de enclave en la provincia. El cultivo y exportación del banano así como la actividad portuaria son las dos principales fuentes de empleo de esta región.

Dos horas y media después

La luna sobrevuela las brillantes hojas de plátano y se oculta cada vez que la frondosa selva aparece y desaparece frente a los ventanales del autobús. El fuerte olor de los pesticidas en los canales de drenaje que atraviesan los extensos bananales, las anchas orillas del río Chirripó , los puentes ferroviarios y la presencia de contenedores aparcados a lo largo de la carretera, me avisan que nos acercamos a la ciudad de Limón.

Tres horas después (el final del viaje)

Las luces provenientes del tendido eléctrico y de los bombillos que se escapan por entre los ventanales de las viviendas construidas sobre pilotes para evitar las inundaciones nos dan la bienvenida. En mi mente guardé la última impresión antes de bajarme del autobús: a una orilla de la carretera el humo de una fogata, posiblemente la quema de ramas y hojas me recuerdan que entraba al mundo de la nocturnidad cotidiana del Caribe; de hombres y mujeres que se apropian de su espacio y lo transforman según sus costumbres cada vez menos rurales y ahora más urbanas.

En casa de mis suegros

Abrazos y besos, maletas en el suelo, perros ladrando y un hambre que se me pega al estómago. Madera en todos lados -reparan la casa-, conversaciones obligadas después de un año de ausencia, fueron las primeras impresiones que recibí. Luego fueron guisados y bebidas, estómagos llenos y adaptarse al calor del verano, zancudos y grillos antes de dormir. El sueño se adueña de la casa, afuera la ciudad no duerme.

DIA DOS

Limón es una provincia de mayoría negra, sin embargo la familia de mi esposa es blanca, tan blanca que parecen más propios del Valle Central que del ardiente Caribe. Aún así tan arraigadas están las costumbres culinarias heredadas de los primeros pobladores jamaiquinos que llegaron a esta región, contratados para trabajar en la construcción del ferrocarril en la década de los ochenta del siglo XIX, que aún mantienen vivas los sabores a leche de coco, chile panameño, pimienta negra y cientos de recetas a base de fruta de pan, yuca o mandioca, carne de tortuga - que por cierto cada vez es más escasa por su protección- "Jaquí o ceso vegetal", una fruta propia de la región de la que sólo se come la pulpa desprendida adecuadamente de la semilla, pues de lo contrario es altamente tóxica y otras delicias a base de cangrejo o jaiva y por supuesto el pescado propio de las zonas costeras, eso sí aderezados siempre en leche de coco el ingrediente común en la gastronomía limonense.
La cena de fin de año consistiría en esta ocasión en un plato típico de la región, utilizado principalmente para los grandes festejos, me refiero al "Rice and beans; una mezcla de arroz y frijoles elaborados con la ya explicada leche de coco y acompañado de pollo sazonado con azúcar y pimienta para darle la particular consistencia y sabor caribeño. Desde temprano mi suegra se levantó para rayar y extraer de la fruta del cocotero la blanca leche que serviría para "sancochar" o hervir los frijoles. Con patacones - plátano amasado y frito- , el pollo al que ya expliqué su preparación y el típico refresco de "hiel" -ralladura de dulce de caña, jengibre, jugo de limón y nuez moscada- la noche se engalanó de sabrosos olores y sabores.
El cambio de año viejo a nuevo se dio entre sonidos de salsa, cumbia y merengue, abrazos, besos, llantos y una extraña nostalgia flotando en el ambiente. Lo cierto es que no puedo negar que la pasamos muy bien. La madrugada nos sorprendió cantando Karaoke. Definitivamente cada vez la modernidad se adueña hasta desde nuestras formas de hacer música entre familia y la vieja guitarra es sustituida fácilmente por los nuevos sistemas digitales.

DIA TRES

Honestamente no he pretendido crear en la mente de los lectores la idea de que por el hecho de estar en el Caribe, la fiesta es constante y venderles la idea acartonada de que todo es un paraíso en esta región. Lo cierto es que les confieso de que la Provincia de Limón, es considerada la más pobre y abandonada del país. Los problemas sociales son muy serios pues el desempleo, la falta de infraestructura turística y portuaria, así como la violencia intrafamiliar son el plato fuerte de cada día. A menudo se leen en los periódicos y se escuchan en los medios televisivos y la radio, noticias de mujeres de la provincia; asesinadas a manos de sus maridos, narcotráfico proveniente del sur -Costa Rica es un puente por donde pasa la droga hacia los cárteles de México- y muertes a mano armada en el que el móvil es siempre el alcohol y los estupefacientes.
En el marco de lo dicho, existen pocos medios de diversión por lo que las familias se conforman con pasar los días viendo películas alquiladas o simplemente jugando juegos de mesa y platicando. Este día no fue la excepción por lo que decidimos bajar desde el "Barrio la Colina" hacia el Centro de Limón donde en una tienda de videos alquilamos algunas películas de estreno para pasar el día. Aprovechamos el momento para dar un paseo por el hermoso Boulevard que da al "Parque Vargas", frente al tajamar y observar el azul turquesa de las aguas del Caribe contener la hermosa estructura de la "Isla Uvita", la primera tierra que pisó Colón y sus hombres al llegar a nuestro país el 18 de setiembre de 1502 a la que por cierto ellos llamaron "La Huerta", por su exuberante vegetación que aún mantiene.
De paso y continuando con el relato, aprovechamos para refrescar nuestras gargantas del fuerte calor de las tres de la tarde con un "granizado" o bebida a base de cola y leche condensada. De regreso pasamos frente a uno de los edificios más antiguos de la provincia, la vieja Iglesia Bautista fundada en 1888.
Aunque ese día no hubo oficios, adivinaba escuchar la presencia de música gospel y espírituals salir de las antiguas paredes de madera de aquel templo y proyectarse hacia la calle. Hermosos y ancestrales himnos propios de la población negra que me invitaban a reflexionar sobre la variedad de denominaciones religiosas que subsisten en esta tropical provincia: Anglicanos, evangélicos, bautistas, adventistas y por supuesto católicos, sin menospreciar a numerosos Testigos de Jehová y metodistas entre otros. Una ensalada de creencias que sin rebasar sus fronteras subsisten una a la par de la otra sin provocarse ni menospreciarse entre sí. De hecho recuerdo hace algunos años asistir a una misa interconfesional, donde los líderes de algunas de estas iglesias colaboraron en esa ocasión con los ritos católicos que el Obispo del lugar presidía. Me encantó haber sido parte de tan hermosa ceremonia.
Al volver de nuevo a casa de mis suegros esa tarde me llevé las mejores impresiones de una tarde cayendo detrás de las abundantes arboledas de "Cerro Mocho", un histórico mar lleno de conquistadores y piratas antiguos y la imagen de un pueblo lleno de fe y esperanza de que su terrenal futuro sea mejor, aunque por el momento, el presente lo vayan construyendo en medio de las dificultades de ser una provincia olvidada.
Como ya lo expliqué ese día nos dedicamos a la cotidianidad de divertirnos con lo que el séptimo arte en DVD brinda a los subdesarrollados países como el mío.

CUARTO DÍA

Hoy si fue día de playa y sol. Definitivamente no se puede viajar al Caribe sin sucumbir a los encantos que el trópico brinda. Las horas no importan si estamos de vacaciones, así que al filo de la una de la tarde alquilamos un taxi familiar y nos dispusimos trasladarnos a "Playa Bonita", de las más cercanas y turísticas de la provincia, apenas a escasos tres kilómetros del Centro. El encanto de esta playa es que en una pequeña bahía de menos de un kilómetro de longitud se conjugan playas de arena blanca, arrecifes coralinos, ya algo transformados pero sin perder aún su encanto, exuberantes selvas y una infraestructura que por dicha aún no es suficiente como para alterar el paisaje silvestre.
Si hay alguien que disfrutó de tales maravillas fueron mis hijos, quienes desde que llegaron no dejaron de aprovechar las cálidas aguas del salino mar turquesa producto de la ausencia de sedimentos provenientes de la estación lluviosa que acaba de pasar y que ahora se encontraban en el fondo marino. En verdad que parecían pececillos felices en las transparentes aguas.
Al principio no me agradó la gran cantidad de personas que se aglomeraron ese día, pero no permití que ello me impidiera disfrutar de las sensaciones de tener entre mis manos pequeñas pepitas de coral y conchas quebradas, el olor salobre combinado con el de los humeantes puestos de carne de res y pescado asado, así como la visión de las impresionantes palmeras y almendros que embebidos de las altas olas inclinan sus frondosas cabelleras hacia las orillas del mar, sin olvidar el sonido de un ancestral mar llevando y trayendo murmullos de tierras lejanas.
Pasamos esa tarde disfrutando de esos regalos únicos que nos brinda la naturaleza y que sólo de la Mano Divina se convierten en un cuadro digno de colgar en una pared, pero que en mi mente colgará para el resto de mi vida.

DIA CUATRO (De regreso a casa)

Mis pies cansados de tanto caminar descalzos por entre los arrecifes y mis brazos adoloridos de tanto nadar, fueron las últimas sensaciones que me llevé de mi hermosa provincia de Limón. El autobús partió a las dos treinta de la tarde y a las alturas de "Moín", sobre la carretera, observo la línea de la costa recortarse sobre la ladera de las colinas cercanas, mientras un cálido sol colándose del lado oeste me acompañará un buen rato, antes de despedirme totalmente de esta maravillosa región. Vuelvo a convertirme en un citadino más. Mis apuntes terminan aquí

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