sábado, 28 de enero de 2012



EL ARBUSTO EN LA ROCA

Sobre una peña en medio de la llanura crecía un retorcido arbusto que movía sus ramas al son del viento del este. Todos aquellos que pasaban por ese lugar quedaban admirados de cómo las raíces hacían esfuerzo por sostenerse de la dura piedra y cómo a pesar de las inclemencias del tiempo, la aridez del suelo, la escasa lluvia y el candente sol la planta sobrevivía fuerte y lozana.
Un naturalista que acostumbraba fotografiar singularidades, atravesó esos pastizales hasta llegar y tomar la imagen del arbusto en la roca.
Las fotografías captadas por la cámara eran bellísimas, la luz de la mañana exponía los detalles más ínfimos de su retorcido tronco, sus variados tonos verde y amarillo de sus hojas y la infinidad de insectos y avecillas que inundaban sus prodigiosas ramas.
Las tardes mostraban a su vez imágenes de su silueta, recortadas bajo el color naranja y fuego de hermosos celajes. Eran imágenes de revista, que sin duda se publicarían en la próxima edición del semanario local.
Después de pasar por todo el proceso de edición e impresión la revista fue vendida y poco a poco se fue distribuyendo por toda la región, e incluso algunos ejemplares fueron a parar a la ciudad capital.
Ya en sus manos y en el silencio de la sacristía un sacerdote meditaba sobre la imagen de la revista recién comprada, mientras que entre sus rezos, las paredes escuchaban desde lo profundo de su corazón un: "¡Tu eres mi roca firme!".
Entre los pasillos de una escuela un maestro presuroso mientras caminaba rumbo al aula se detuvo a observar la fotografía del arbusto. Pensó aprovechar la imponencia de la imagen para dar su lección de hoy. Ese día hablaría de la fiereza de la naturaleza y cómo los seres vivos se adaptan a las condiciones adversas del relieve y el clima, pero a la vez la emplearía para enseñar sobre el valor de la perseverancia y la valentía que se deben enfrentar ante los avatares del destino.
Del portafolio de un ingeniero la revista con la imagen de esta historia serviría de introducción para recalcar las bases firmes que todo edificio debe poseer y cómo los cimientos, al igual que las raíces profundas de ese arbusto socavan la roca. Con la fotografía ilustraría su conferencia ante la directiva del nuevo proyecto habitacional que en los próximos meses comenzaría.
Un indigente que solía frecuentar los basureros de la ciudad recortaría de las páginas de la revista el recuadro y lo atesoraría como un regalo preciado, posiblemente esa noche no tendría nada que comer, pero de la pared de su destartalado cuarto colgaría la imagen esperanzadora del arbusto en la roca y soñaría con tiempos mejores.
Finalmente, al filo de la tarde, escondido entre las sábanas, la difundida revista constituiría el único medio que poseería un niño que postrado en un hospital de la capital luchaba contra una cruel enfermedad. Su esperanza la había depositado en esa imagen, que aunque ya arrugada por el constante manipuleo entre el ir y venir de sus exámenes de laboratorio la resguardaba como su boleto a la libertad. Pensó que cuando se recuperara, correría por esos lares y escalaría la peña hasta llegar a la cima. Esa noche soñaría con ese lugar como si fuera su campo de juegos, mientras a cientos de kilómetros, incólume, un arbusto cerraría sus diminutas flores al rocío de la noche hasta esperar las primeras luces del alba.

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