
EL FANTASMA DE ANITA
Delante de su rostro, la
criatura voló dejando una ráfaga de viento a su paso, mostrando que en esa noche
negra, ni siquiera a un centímetro se podía divisar objeto alguno. Por eso
cuando el animal aleteó frente a él, su reacción inmediata fue esquivarlo y con
sus manos alejarlo de su cara. Se trataba de un murciélago, de los tantos que
abundaban en aquel lugar. Caminó hasta la puerta en busca de que la luz de la
luna le permitiera enfocar mejor su vista para descubrir el sendero de piedra
que lo llevaría finalmente a la carretera. Al salir, la serenidad de la noche lo
hizo volver a la calma.
Mientras la luna colgaba su blancuzco plato sobre el cielo, los grillos entonaban una melodía armoniosa. Un perfume a flores silvestres relajó la mente de aquel asustadizo individuo que huía de aquella fantasmagórica experiencia; ruidos de tablas rechinando, transparentes fantasmas revoloteando por la casa, cuerpos mutilados por doquier y sangre espesa en las paredes, que manchó las mangas de su camisa y manos. Éste fue uno de los pocos que logró salir ileso de aquella terrorífica mansión.
Y es que desde hacía tiempo, un grupo de amigos habían decidido apostar a que el que se atrevía a entrar en esa mansión, en la que aparentemente una niña había muerto de hambre y frío, al ser abandonada por sus padres, ganaría una sustanciosa suma de dinero. Se decía que "Anita" rondaba las noches de plenilunio por las derruidas habitaciones de esa vieja casona, y que incluso se le veía detrás de las ventanas con una vela en la mano. Habían llegado al acuerdo de que el primero que permaneciera más de veinte minutos dentro de la casa y lograra salir de ahí con vida, ganaría la apuesta.
Por eso es que esa noche, el más osado de ellos respiró hondo e ingresó por el largo pasillo que lo conduciría a la parte alta de la casa. Apenas entró un viento helado caló sus huesos, sensaciones de espectros rodeándolos y ruidos extraños le hicieron retroceder, pero ya era tarde, o continuaba y demostraba que no le temía a nada, o saldría de ese lugar como un verdadero "gallina".
Lentamente subió las gradas y el rechinar de los escalones le hicieron recordar las malas decisiones que a veces toman los humanos. Recordó que él padecía del corazón y ya comenzaba a sentirse nervioso; señales que le indicaban que algo no estaba bien. A su edad, estaba propenso a un infarto seguro, pero las ansias de demostrar su hombría y el deseo de ganar la apuesta le motivaban a seguir adelante, a pesar de que comenzó a sudar frío y a acelerarse su ritmo cardiaco.
Toda la casa estaba cubierta de telarañas y de los rincones creía ver rostros que se abalanzaban sobre él. Cientos de insectos caminaban por entre las paredes y figuras fantasmales revoloteaban por su cabeza. Además los candelabros se movían y luces circundaban la atmósfera espectral de la antigua casa.
Verdaderamente asustado, comenzó a correr sin rumbo fijo, chocando contra los objetos y paredes que limitaban su paso. El único pensamiento en su mente era encontrar la salida final de aquel laberinto en que se había convertido la vieja mansión, para intuir que al abrir alguna de las puertas, seguro se encontraría con el indeseable fantasma de Anita, la pobre niña abandonada.
Precisamente, al abrir la última puerta, una figura deformada le apareció de repente. Sus ojos hundidos sobre las cuencas de ese cadavérico rostro mostraban aún restos de nervios y masa ocular putrefactos. La palidez de su ceño contrastaba con el largo cabello negro que le permitía apenas asomar su lacerada nariz. Su vestimenta andrajosa, que no era más que un viejo camisón cubriéndole hasta los tobillos, le daba aspecto de una dantesca alma en pena. Debajo del atuendo, sobresalían dos piececitos desnudos, a los que le faltaban algunos dedos, quizá debido a la permanencia del cuerpo por mucho tiempo olvidado en algún rincón de la vieja casona.
Tan pronto la vio, aquel fantasma se abalanzó contra él, haciéndolo caer al suelo, mientras observaba cómo levitaba a escasos centímetros del suelo y se alejaba de él por entre el pasillo superior de la casa, hasta atravesar las despintadas paredes de la habitación siguiente.
Tal visión fue el acabóse de esta paranoica experiencia. Dicen que tuvieron que sacarlo en camilla y darle resucitación inmediata con apoyo de maquinas y respirador artificial. Sus compañeros preocupados por él, decidieron darle el gane en la apuesta, a pesar de que no había logrado salir por sus propios pies de la terrorífica mansión.
Lo cierto es que desde esa noche y hasta tres días después, "La Casa de los Sustos" de aquel Parque de Diversiones fue cerrada temporalmente hasta que las autoridades competentes decidieran qué cambios y medidas de seguridad tomarían.
Mientras la luna colgaba su blancuzco plato sobre el cielo, los grillos entonaban una melodía armoniosa. Un perfume a flores silvestres relajó la mente de aquel asustadizo individuo que huía de aquella fantasmagórica experiencia; ruidos de tablas rechinando, transparentes fantasmas revoloteando por la casa, cuerpos mutilados por doquier y sangre espesa en las paredes, que manchó las mangas de su camisa y manos. Éste fue uno de los pocos que logró salir ileso de aquella terrorífica mansión.
Y es que desde hacía tiempo, un grupo de amigos habían decidido apostar a que el que se atrevía a entrar en esa mansión, en la que aparentemente una niña había muerto de hambre y frío, al ser abandonada por sus padres, ganaría una sustanciosa suma de dinero. Se decía que "Anita" rondaba las noches de plenilunio por las derruidas habitaciones de esa vieja casona, y que incluso se le veía detrás de las ventanas con una vela en la mano. Habían llegado al acuerdo de que el primero que permaneciera más de veinte minutos dentro de la casa y lograra salir de ahí con vida, ganaría la apuesta.
Por eso es que esa noche, el más osado de ellos respiró hondo e ingresó por el largo pasillo que lo conduciría a la parte alta de la casa. Apenas entró un viento helado caló sus huesos, sensaciones de espectros rodeándolos y ruidos extraños le hicieron retroceder, pero ya era tarde, o continuaba y demostraba que no le temía a nada, o saldría de ese lugar como un verdadero "gallina".
Lentamente subió las gradas y el rechinar de los escalones le hicieron recordar las malas decisiones que a veces toman los humanos. Recordó que él padecía del corazón y ya comenzaba a sentirse nervioso; señales que le indicaban que algo no estaba bien. A su edad, estaba propenso a un infarto seguro, pero las ansias de demostrar su hombría y el deseo de ganar la apuesta le motivaban a seguir adelante, a pesar de que comenzó a sudar frío y a acelerarse su ritmo cardiaco.
Toda la casa estaba cubierta de telarañas y de los rincones creía ver rostros que se abalanzaban sobre él. Cientos de insectos caminaban por entre las paredes y figuras fantasmales revoloteaban por su cabeza. Además los candelabros se movían y luces circundaban la atmósfera espectral de la antigua casa.
Verdaderamente asustado, comenzó a correr sin rumbo fijo, chocando contra los objetos y paredes que limitaban su paso. El único pensamiento en su mente era encontrar la salida final de aquel laberinto en que se había convertido la vieja mansión, para intuir que al abrir alguna de las puertas, seguro se encontraría con el indeseable fantasma de Anita, la pobre niña abandonada.
Precisamente, al abrir la última puerta, una figura deformada le apareció de repente. Sus ojos hundidos sobre las cuencas de ese cadavérico rostro mostraban aún restos de nervios y masa ocular putrefactos. La palidez de su ceño contrastaba con el largo cabello negro que le permitía apenas asomar su lacerada nariz. Su vestimenta andrajosa, que no era más que un viejo camisón cubriéndole hasta los tobillos, le daba aspecto de una dantesca alma en pena. Debajo del atuendo, sobresalían dos piececitos desnudos, a los que le faltaban algunos dedos, quizá debido a la permanencia del cuerpo por mucho tiempo olvidado en algún rincón de la vieja casona.
Tan pronto la vio, aquel fantasma se abalanzó contra él, haciéndolo caer al suelo, mientras observaba cómo levitaba a escasos centímetros del suelo y se alejaba de él por entre el pasillo superior de la casa, hasta atravesar las despintadas paredes de la habitación siguiente.
Tal visión fue el acabóse de esta paranoica experiencia. Dicen que tuvieron que sacarlo en camilla y darle resucitación inmediata con apoyo de maquinas y respirador artificial. Sus compañeros preocupados por él, decidieron darle el gane en la apuesta, a pesar de que no había logrado salir por sus propios pies de la terrorífica mansión.
Lo cierto es que desde esa noche y hasta tres días después, "La Casa de los Sustos" de aquel Parque de Diversiones fue cerrada temporalmente hasta que las autoridades competentes decidieran qué cambios y medidas de seguridad tomarían.
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