ENAMORADA DEL VIENTO
Sobre mi cabeza vuelan plumas de cirros como gavilanes suspendidos en la llanura, mientras la tarde como carpa de circo cubre el paisaje de listones naranjas y amarillos sobre el pasto seco del verano que avecina.
A mis oídos llega el viento cargado de sonidos tuyos, adornado con la floresta de tus labios que aguardan besar los míos. Me susurras tus deseos y me cuelgo de tus temores, para no caer en razones de distancias no recorridas.
Tanto falta por conocerte, que no dejo de mirar la hora de escucharte de nuevo, porque el viento es mi aliado que trae tus palabras que ahora son mías. Despierto de mi sopor y me doy cuenta que estoy en una plaza; de cara al sol, con el cierzo a mis espaldas, y un adiós que ya se dio.
Más allá de las montañas, comprendo hay caminos que conducen hacia tus caricias, aquellas que nunca se dieron y que dudo se darán. Es seguro que después del musgo creciente de los páramos perdidos, existe un cuerpo que ansía insolentes manos que revelen rincones no vistos, de brillantes rocíos de mañana, brotando por el entrecejo de tus mejillas, en una ausencia de letras sin pronunciar.
Ya no hay poemas que llorar, ni canciones que escribir, solo el viento que no trae ya tus sueños olvidados, tu alegre sonrisa, tus embelesos, tu mirada perdida en el horizonte mismo de la ansiada dicha, interrogando a las garzas por qué lo nuestro no fue.
Entiendo ahora por qué el viento se empeña en no decirme nada, tu figura ya no navega en las pupilas de mis ojos, ni siquiera te presentas silente arrinconada en cualquier esquina de mis pensamientos, porque te fuiste porque así lo quise, o quisimos ambos, porque no era bueno nuestro amor, o nuestras vidas eran de dos tiempos. El mío de espera y el tuyo que aún no llega.
Ahora entiendo porque me decías que eras una “enamorada del viento”, ahora sé la respuesta. El viento siempre te llevó de tierras lejanas la alegría de amores en espera, de voces alegres en tardes de fiesta; de sueños de almohada y suspiros en vela. Fue el viento siempre tu elemento y comprendo ahora que fue mío también, aunque sea sólo el sendero único que unió mi alma a la tuya, en un amor que no pudo ser…
A mis oídos llega el viento cargado de sonidos tuyos, adornado con la floresta de tus labios que aguardan besar los míos. Me susurras tus deseos y me cuelgo de tus temores, para no caer en razones de distancias no recorridas.
Tanto falta por conocerte, que no dejo de mirar la hora de escucharte de nuevo, porque el viento es mi aliado que trae tus palabras que ahora son mías. Despierto de mi sopor y me doy cuenta que estoy en una plaza; de cara al sol, con el cierzo a mis espaldas, y un adiós que ya se dio.
Más allá de las montañas, comprendo hay caminos que conducen hacia tus caricias, aquellas que nunca se dieron y que dudo se darán. Es seguro que después del musgo creciente de los páramos perdidos, existe un cuerpo que ansía insolentes manos que revelen rincones no vistos, de brillantes rocíos de mañana, brotando por el entrecejo de tus mejillas, en una ausencia de letras sin pronunciar.
Ya no hay poemas que llorar, ni canciones que escribir, solo el viento que no trae ya tus sueños olvidados, tu alegre sonrisa, tus embelesos, tu mirada perdida en el horizonte mismo de la ansiada dicha, interrogando a las garzas por qué lo nuestro no fue.
Entiendo ahora por qué el viento se empeña en no decirme nada, tu figura ya no navega en las pupilas de mis ojos, ni siquiera te presentas silente arrinconada en cualquier esquina de mis pensamientos, porque te fuiste porque así lo quise, o quisimos ambos, porque no era bueno nuestro amor, o nuestras vidas eran de dos tiempos. El mío de espera y el tuyo que aún no llega.
Ahora entiendo porque me decías que eras una “enamorada del viento”, ahora sé la respuesta. El viento siempre te llevó de tierras lejanas la alegría de amores en espera, de voces alegres en tardes de fiesta; de sueños de almohada y suspiros en vela. Fue el viento siempre tu elemento y comprendo ahora que fue mío también, aunque sea sólo el sendero único que unió mi alma a la tuya, en un amor que no pudo ser…

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