Como si los mismos ojos de Dios miraran sus pies sobre la cornisa, la joven de alas de ángel se precipitó al vacío extendiendo sus brazos al horizonte, como una cruz, que desde abajo simulaba el mismo madero en que el Señor fue clavado.
Por escasos segundos se sumergió en el mar de un aire que alivianó su caída. Su vestido blanco transparentó a contra luz y sus flecos movidos por el viento provocaron tirabuzones al aire que desde el suelo el niño escuchó como canción. Extendió sus brazos y en su palma cupo todo su mundo. Aquella jovencita de alas de ángel cayó serena. Ya no era niña, sino pluma al viento.
El pequeño abrió sus ojos y miró la cornisa vacía. La joven no estaba, la tenía ahora en su mano...
Por escasos segundos se sumergió en el mar de un aire que alivianó su caída. Su vestido blanco transparentó a contra luz y sus flecos movidos por el viento provocaron tirabuzones al aire que desde el suelo el niño escuchó como canción. Extendió sus brazos y en su palma cupo todo su mundo. Aquella jovencita de alas de ángel cayó serena. Ya no era niña, sino pluma al viento.
El pequeño abrió sus ojos y miró la cornisa vacía. La joven no estaba, la tenía ahora en su mano...
Te felicito William, tu prosa es magnifica, es un gusto leerte.
ResponderEliminarMis mejores deseos para vos y sigue adelante escritor¡¡¡¡¡¡
Gracias Sarita, me alegra que estes leyendo mi sitio, te invito a que continues rebuscando en él. Espero lo disfrutes.
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