REMENBRANZAS
Me siento debajo de un frondoso pino a esperar que pequeñas piñuelas caigan
sobre mi cabeza, sentir sus raíces debajo de mis pies y soñar que la tarde no
muere.
Cierro mis ojos y el viento juguetea con sus agujas, cantándome al oído una melodía de vida. Luego con mis pequeñas manos rodeo el enorme tronco que con su áspera superficie me susurra muy quedo, lo viejo que está.
Jugueteo alrededor de él y me detengo un instante a contemplar a lo lejos un punto rojo suspendido en el aire. Es una cometa que en el horizonte bailotea con el amarillo intenso de alguna calurosa tarde.
Algo me dice faltan años más. Mientras tanto juego a cerrar las hojas de rastreras dormilonas, adelantando la noche a las minúsculas plantas; a atrapar renacuajos sobre el agua llovida, que en charquitos en la hierba afloran por doquier.
Camino por la malla de mi vieja escuela y escucho la maleza rozar sus hojas mientras el maíz crece en la huerta florida. Cosecho habichuelas que luego he de comer.
Me subo a la copa de un sauce a atrapar chicharras, que entre mis manos cantan una melodía de verano para después dejarlas volar.
Recorro salones y sacudo en libros estructuradas letras que en viejos cajones me dan sabiduría.
Enamoro a la niña de ojitos claros, de trenzas en pelo y sonrisas de miel. Me creo entonces un galán, conquistador de alegrías .
Caigo en la cuenta de que soy el dueño del mundo, de este pequeño mundo suspendido en el tiempo. De una infancia perdida en los recuerdos de ayer, pero que subiste en algún rincón de mi mente y que de vez en cuando aflora sobre blancas páginas, como recordando a un poeta, o imitando a un escritor.
Cierro mis ojos y el viento juguetea con sus agujas, cantándome al oído una melodía de vida. Luego con mis pequeñas manos rodeo el enorme tronco que con su áspera superficie me susurra muy quedo, lo viejo que está.
Jugueteo alrededor de él y me detengo un instante a contemplar a lo lejos un punto rojo suspendido en el aire. Es una cometa que en el horizonte bailotea con el amarillo intenso de alguna calurosa tarde.
Algo me dice faltan años más. Mientras tanto juego a cerrar las hojas de rastreras dormilonas, adelantando la noche a las minúsculas plantas; a atrapar renacuajos sobre el agua llovida, que en charquitos en la hierba afloran por doquier.
Camino por la malla de mi vieja escuela y escucho la maleza rozar sus hojas mientras el maíz crece en la huerta florida. Cosecho habichuelas que luego he de comer.
Me subo a la copa de un sauce a atrapar chicharras, que entre mis manos cantan una melodía de verano para después dejarlas volar.
Recorro salones y sacudo en libros estructuradas letras que en viejos cajones me dan sabiduría.
Enamoro a la niña de ojitos claros, de trenzas en pelo y sonrisas de miel. Me creo entonces un galán, conquistador de alegrías .
Caigo en la cuenta de que soy el dueño del mundo, de este pequeño mundo suspendido en el tiempo. De una infancia perdida en los recuerdos de ayer, pero que subiste en algún rincón de mi mente y que de vez en cuando aflora sobre blancas páginas, como recordando a un poeta, o imitando a un escritor.