viernes, 25 de enero de 2013


 

Delante de mis ojos

Mi corta vista me impide mirar más allá de las arboledas lejanas, las montañas azules y las nubes que a lontananza me parecen mechones de algodón, rizadas por el viento.  Me coloco los lentes y la vida vuelve a ser afable. Lo lejano se acerca, lo opalino se transparenta y el color inunda mis pupilas.  Se alzan aves en los cielos y el sol brilla más que minutos atrás. El verde es más verde, el amarillo lo es más.  Y la tarde me invade con su gama de rojos y naranjas hasta quemar el aire.  Es sorprendente que cristales delante de los ojos cambien vidas, transformen espacios y permitan admirar el diorama de la creación con más intensidad.  Lástima que los humanos, incluyéndome a veces  preferimos mirar el gris de las aceras y el oscuro asfalto de las calles para evitar pensar en que todo lo que nos rodea tiene un dueño, el Ingeniero de las formas, el Arquitecto de lo creado.

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