Delante de mis ojos
Mi corta vista me impide
mirar más allá de las arboledas lejanas, las montañas azules y las nubes que a
lontananza me parecen mechones de algodón, rizadas por el viento. Me coloco los lentes y la vida vuelve a ser
afable. Lo lejano se acerca, lo opalino se transparenta y el color inunda mis
pupilas. Se alzan aves en los cielos y
el sol brilla más que minutos atrás. El verde es más verde, el amarillo lo es
más. Y la tarde me invade con su gama de
rojos y naranjas hasta quemar el aire. Es sorprendente que cristales delante de los
ojos cambien vidas, transformen espacios y permitan admirar el diorama de la
creación con más intensidad. Lástima que
los humanos, incluyéndome a veces preferimos
mirar el gris de las aceras y el oscuro asfalto de las calles para evitar
pensar en que todo lo que nos rodea tiene un dueño, el Ingeniero de las formas,
el Arquitecto de lo creado.
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