domingo, 3 de febrero de 2013




PUERTAS ABIERTAS

Miro puertas que se abren, otras que se cierran.  Ventanas que transparentan cotidianidades, voces de niños llorando, canciones que alguna vez escuché en lejanos años; luces en las faldas de antiguas montañas que me recuerdan que el presente siglo ya llegó a esas inmensidades; mientras sentado en el asiento de algún autobús la noche cobija mis pensamientos los convierte en palabras que garabateo con cada movimiento serpenteante de esta máquina rodante y que en cada bache del asfalto los caracteres mal logrados intentan contar una historia.   Me doy cuenta que la nocturnidad me  atrapa en este breve relato.
Miro puentes que sostienen vías, edificios por todos lados; luces de neón e innumerables  elementos propios de cualquiera de nuestras  urbes, mientras a mis oídos siguen llegando melodías de antaño.
El viento a través de los ventanales rodea mi cuello y me hace estremecer.  Continúan llorando en afán de súplica los niños que escuché hace pocos minutos atrás.
Termina mi corto viaje.  Al abrirse las puertas del autobús me doy  cuenta de que el camino a casa acaba, salgo de él y al mirar el árbol de poró que sostiene una cerca y que me sirve de referencia  para demarcar el lugar; me alegro de saber que detrás de la puerta que acabo de dejar, hay otras que me invitan a entrar. 
¡Aún hay puertas de hogar que se abren para mí!
Me recibe mi esposa después de un día de trabajo…

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