¡NO HAY!
Sacude el viento los zarzales
y sin tregua contra el jilguero
levanta sus plumas y le hace detener
su trino.
Convierte las gargantas de los ríos
en sollozos de espanto
que en la soledad
del sotobosque me recuerda
una melancólica melodía.
Atrapa los sonidos de minúsculos
animales y contra la cárcava estrella sus
murmullos que se confunden con las voces
de los muertos manantiales. Luego todo es
silencio.
No hay viento.
No hay jilguero.
No hay ríos.
No hay bosque.
Todo es yermo.
Es un desierto.
A lo lejos un hombre grita:
¡Aquí hay agua! y se sienta debajo
del único árbol...
y sin tregua contra el jilguero
levanta sus plumas y le hace detener
su trino.
Convierte las gargantas de los ríos
en sollozos de espanto
que en la soledad
del sotobosque me recuerda
una melancólica melodía.
Atrapa los sonidos de minúsculos
animales y contra la cárcava estrella sus
murmullos que se confunden con las voces
de los muertos manantiales. Luego todo es
silencio.
No hay viento.
No hay jilguero.
No hay ríos.
No hay bosque.
Todo es yermo.
Es un desierto.
A lo lejos un hombre grita:
¡Aquí hay agua! y se sienta debajo
del único árbol...
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