martes, 26 de junio de 2012

URBA
Retrato de una ciudad

PROLOGO:

En verano de 2007 se celebró un festival al aire libre en conmemoración del día nacional de la poesía. En la ciudad de San José se realizaron foros de discusión y presentaciones de los mejores poetas del momento. Esa fue una oportunidad muy importante para codearme con los mejores representantes de la lírica nacional. Para esa ocasión publiqué por primera ves un librito corto con algunos de mis primeros poemas escritos. Lo titulé entonces "Relojes para un tiempo indefinido", que por cierto es basado en un poema del mismo nombre,  publicado en este sitio. Ese mismo día me propuse escribir un segundo libro que había titulado en ese entonces como "Urba": retrato de una ciudad. Todos los poemas que contendrían estarían relacionados con eventos y situaciones propias que se dan en una ciudad, con sus formas del cotidiano vivir de sus habitantes. El tiempo no me ha llegado todavía para publicarlo en papel y tinta pero al menos lo pongo a disposición de los que siguen mis letras por la red. Espero les guste...

CIUDAD DE DÍA

La luz cuela su diamante encendido en las
escabrosas paredes de las construcciones,
donde las puertas abren al diafragma la
muchedumbre hirviente, y tragarse así las
inacabadas formas del reino laboral.
Luego el sabor de una taza humeante recrea
alivios, para luego escupir la manía de estar
despiertos un día más.
El ruido estridente de los autos estrella
sus desibeles sobre los múltiples ojos de
los edificios.
Es de sorprenderse entonces cómo la voz antigua
de los maltratados perros enmudece por los sonidos
estrenados del hoy.
El poste de luz ayer estorbando al transeúnte, sede a las
farolas ennegrecidas que simulan un pasado ya ido.
Aquel tipo cual animal que miraba de reojo las copiosas
carnes de las ya violentadas hembras, muere herido por
la fría navaja de un criminal.
¡Hay un habitante menos en la ciudad!
Y hasta las angostas calles transitadas de prisa, se
transforman en desaguadas llanuras sembradas de verde.
¡El idolatrado escaso verde reventado en mis pupilas!

"¡Cambia atropellada la ciudad viviente,
ambicionando ser
más afable,
más humana,
más tangible!"



BALDÍO

En el baldío sitio de alguna esquina, el mozote,
la jaragua y el apasote se dan la mano con la
higuerilla, mientras la frágil plumilla del diente
de león rasga los aires, atemorizando los alados
seres de las jaulas.
Es posible que en aquel rincón olvidado se agrieten
los recuerdos vivos de los muertos, la transnochada
queja de unos huesos rotos; la purulenta tos de un
enfermizo cuerpo y una luz acabada en la trémula noche
del milenio.
Oídos que no quisieron escuchar,
voces que prefirieron enmudecer.
Alegrías interminables de niño
Aún rechina la madera en las enajenadas mentes de los
actuales testigos.
Aunque las estructuran mueran, la baldía forma del presente
nos recuerda aún, lo que fue.






SUEÑOS AMBULANTES

Ocupan el mismo espacio, o deambulan los cuadrantes.
Desayunan temores.
Almuerzan aire impuro.
Se guarecen de lluvias eternas debajo
de improvisados techos.
Cala el frío sus huesos y cantan una
canción de cuna
Ofrecen devaluados objetos.
Crean la moda del momento.
Festejan navidades inciertas,
con sabor a bolsillos rotos.
Abrigan recuerdos de niño.
Acarician sueños perdidos.
La unidad de la familia es completa:
ancianos, adultos, mujeres y niños viven,
comen,duermen y trabajan ahí:
"...en el perenne sitio de las reptantes
calles de siempre".


"Mujer detente en el tiempo y ofréceme una sonrisa;  una que dure al menos un instante..."

Hadas de la noche.

Rebuscan las impúdicas hadas de la noche
las caricias del cabrío sudor agridulce,
para hechizar los inacabados remedos del amor
y con ello sostener sus blandas caricias,
aunque sea en el instante minúsculo de un beso no dado.
Salir a las calles y embelezar los sentidos
con sus apretadas curvas y transformar la noche
en el fatuo fuego eterno del deseo.
Morir luego a los sueños en la humedecidas almohadas,
en un llanto después de una partida,
y sentir la mancilla de haber cometido lo incierto.
Siguen siendo asi inmaculados sus vientres;
preparados para la arcaica misión de la vida.





ODA AL DESAGÜE

En el venir y devenir de las aguas,
lo que sobra al hombre,
en una sola viva masa se transforma.
Somos uno y uno todos.
Como antes, nunca la vida y la muerte
se dieron la mano en tan soberbia diligencia.
No hay diferencias, lo que soy no es lo que tengo,
lo que me falta no es lo que poseo.
La riqueza y la pobreza, la fealdad y la belleza,
tu raza y la mía,importancia pierden,
ante esta gesta:

¡Defecar mis mierdas!.
Cada quien aporta sus faenas.
Olor constante de vivos y muertos,
se convierten en mi diaria condena,
y en cada resquicio del hoyo,
a la cloaca van mis penas.





INTERPELACIÓN

Oteando a los transeuntes,
el ojo de la paloma absorbe
con su retina osmótica las antropomorfas
y diarias figuras, mientras del otro lado
del iris alguien se pregunta:
"¿nos entenderán...?"
...como respuesta, el aglutinante brillo
de su tornasolado atuendo se pega
al sempiterno lente del humano.






"Dejo de caminar por las avenidas con un poema en la mano, me siento en la banca de algún parque a escribir una reflexión"

PARADA DE AUTOBUSES

Una ves alguien me contó:

"Es de antojarme que al igual que la gente hace fila en las paradas de autobuses, igualmente el hombre bueno se forme detrás de otros, para partir a la morada de Dios,
aquel en que creyó toda su vida".

Sólo espero ser uno de ellos y que en mi marcha el bus no se vare en medio camino, o me juegue una mala pasada el despertador y me levante más tarde...



SONIDOS DE UN RIO CONTAMINADO.
Reflexión sobre un puente

Hay sonidos que no podrán ser contaminados por más que el hombre lo intente.
Y éste es el de un río en plena ciudad. Ni las bolsas de plástico, los envaces de comida, ni las latas de aceite le quitarán el encanto que las aguas tienen al transcurrir por el lecho. Sólo basta con cerrar los ojos para escuchar como nada ha cambiado, como esa maravilla de Dios sigue incólume y lo único que ahora es diferente, es quizás un descuidado tañido de un envase de vidrio golpeándose en alguna roca...





BOULEVARD

Espacios donde transitar pensamientos.
Caminos de pasos en prisa.
Alegría de encuentros furtivos.
Añoranza de tiempos ya idos.
Venta de sueños ambulantes.
Enlozados de recuerdos de hombre.
Hombres que se confunden en mujeres.
Toda una masa de almas vivas y muertas,
en el trajín circular de la vida.
Alamedas de flores silvestres en medio
del humo de máquinas vivientes.
Un sendero en respiro para una sociedad que enmudece
por el bullicio creciente de una ciudad que no muere.





AUTOBUSES (Colectivo)

Puertas que se abren y cierran
en medio de la algarabía de una
gente que no busca más que alargar
el día entre el tráfico creciente.
Apostando sus faenas en la parada
siguiente a que el azar los acerque
cada vez más al presente, que casi
no llega por algún inconveniente.
Colectividades silentes en la perfecta
sincronía de moverse tras el golpe
del caucho rodando pendientes.
Bocetos de laboriosos humanos
soñando despiertos.
Voces internas gritándole
a las ventanas:
¡sáquenme de aquí no quiero más!.
Niños felices de estómagos vacíos.
Mujeres de altos peinados.
Parejas que se besan sin importar atrás.
Autobuses a media cuadra,
Hogares pequeños que recuerdan
familias como las de hoy.
A veces ensimismadas,
A veces en algarabía.
A veces alegres.
A veces sin risas.




EDIFICIOS ANTIGUOS

El pasado aprisiona el presente.
El adobe y la caña, lo barroco y lo clásico
se combinan con vidrieras extendidas como
espejos al sol.
De los frisos y columnas de un teatro añejo de
lluvias, cuelgan los acordes de sinfonías antiguas,
mientras de una cornisa hacen nidos las palomas,
como en plaza de mayo y un septiembre que aún no llega.
En sus paredes de granito se dibujan grafitis
que al año siguiente ya no están.
Se convierten al modernismo, cambiando antaño un
cuartel en Museo Nacional.
Hogar de antiguos gobernantes en tiendas de moda,
o simplemente desaparecen sin dejar rastro atrás.
Patrimonio de un pueblo, remembranzas de un pasado
que aún no muere, aunque muera cada día silenciosa,
los vestigios de una sociedad.




SEÑALES DE TRÁNSITO

Columna de eternas razones.
Hitos marcadores del tiempo.
Hexágonos detentores de prisa.
Lastre de pesos en la conciencia.
Mamparas, impedimentos de libertad.
Árboles de acero en la noche.
Dioses implacables de día.
Recuerdos constantes de la vista.
Protectores de la ley.
¡Alto!
¡Siga!
¡Prohibido estacionar!
¡Mantega su derecha!
¡Vuelta en U!

¡Cuidado, hay humanos sueltos en la vía!




CON ALAS DE ANGELES

Trastabillando por caminos a ningún lugar conocidos, la vida difumina formas de niños agrietados en concreto.
Y una ancestral furia se aferra a sus cinturas de hambre y el olor a derrota se les impregna en sus indigentes miradas .
Como espantos alados vuelan en la noche y sus reproches se convierten en ideas perdidas .
Sus huesos no son más que armazones deformes;
Sus manos quebradas por puños de hombre retratan recuerdos con cara de hijos y en su labios la ausencia de brillo nos dice; ¡No hay sonrisas hoy!.
Quizás mañana se presenten vestidos, con rubor en las mejillas, con muñecas en las sillas y balones en el suelo.
Quizás las pupilas se nos llenen de lagrimas porque sus pasos ya no están.
Volarán entonces con alas de ángeles y caritas etéreas.
Abandonarán esta absurda ciudad y dormirán el sueño eterno.
Serán simples recuerdos...





BARRIOS DEL SUR

Apilando calles
componiendo canciones,
revolviendo historias,
anudando temores.
La ciudad se me agolpa como
imágenes de mayo,
mayo que no deja de gotear
en las techumbres herrumbradas;
en la hora esperada para los barrios del sur.
Las paredes ennegrecidas con sombrías noches,
proyectan en las plazas sus perfiladas siluetas,
mientras en la alameda lloran los
hambrientos niños y duermen los fogones porque alimento no hay.
Alucinan los jóvenes con sustancias prohibidas y
rebosan en las esquinas, voluptuosas hembras, ofreciendo
sus carnes al mejor postor.
Todos esperando la hora, la que no llega,
la de saltar la cerca y transformar las quimeras.
Todos deseando ser otros;
trascendiendo sus vidas
a golpe de sueños prohibidos de
furia y recuerdos, de lucha y dolor.
Es la vida de los barrios del sur
de un sur que perdió su norte,
un norte que perdió el amor.





MERCADO

EL rojo y el amarillo en perfecta combinación
con el verde, transformando la frutal vista
de los compradores en un regocijo por doquier.
Olor a mango y naranja, nance y marañón.
pimienta y especies otras, excitando los sentidos
y un olor a pez que nadie quiere oler.
Algarabía de señoras vendiendo hierbas
para algún padecimiento, la buena suerte
o el dinero entre sus manos.
Cacharros de aluminio, vasos plásticos,
saleros de mesa a borbollones guindando,
exhibiéndose al mundo.
¡Vengan compren y les rebajo!
Flores de Santa Lucía, claveles y rosas,
alegría de enamorados, ofrenda a los muertos.
Tallados en madera, carteras de cuero,
todo al turista que lleva recuerdos.
Son los puestos de mercado, sustento de madres,
espacios de venta, alegría de hombres, esperanza

en desvelo.


PLAZAS

Viento que corre libre,
palomas en vuelo crispando el aire,
niños jugando fútbol,
Parejas que se besan en descaro.
Es en las tardes de verano que
un helado en sus bancas, refresca
la angustia de pasar un día más .
Voces humanas, impregnadas
en el concreto, recordando el
descanso de una jornada que
aún no llega,
Instantáneas en fotografía,
Venta de globos en cualquier lugar,
dulces y bebidas en las esquinas,
y como si fuera poco el paisaje se ilumina con
el verde escaso cubriendo enlozados,
donde las aves hacen nido y las flores colorean el gris
eterno en las pupilas,
mientras el humo de los autos nos sumerge
en un cortinaje de dantesca escena.
Plazas, espacios humanos ,
¡Remedos de libertad...!



BALCONES

Suspendidos en las paredes,
lugares de olor a rosas,
claveles y violetas.
Se alzan como atalaya
saludando a pleno día.
Mujeres hacendosas,
exhibiendo delantales.
Enamorados cantándole
a la luna, una canción
sublime al amor.
Pañuelos izados al viento,
en franca reverencia al
transeúnte.
Lugar de plática a viva
voz vertical,
esperando siempre respuestas,
un hasta luego o un inesperado
adiós.
Murmullos de mujeres chismosas,
Varones fumando y licor,
o simplemente tomando café,
mirando la puesta del sol.
En algunas ciudades, vacías,
en otras en algarabía.
Balcones silentes, balcones
en bullicio.
Llenos de vida, o apagados
sin color.



CIUDAD DENTRO DE OTRA CIUDAD

Blancas como las almas puras,
frías como el puñal que mató.
Inertes refugios de la espera
que una mañana tibia, el sol
sus habitantes resucite.
No hay clases sociales.
no hay diferencias,
todos iguales,
todos en espera.
Es entre floreros partidos,
cruces de hierro,
zarzas y cardos y
figuras de santos,
que la misma parca
se señorea en esta ciudad
de los muertos vivos.
Vivos en la mente de los
que aún no han partido.
Muertos si no me acuerdo más.
Ciudad de muertos entre los
vivos.
Ciudad dentro de otra ciudad.
Morada del más allá.



ZOOLÓGICO
Entre barrotes antiguos
piscinas de piedra y escaso
verde, subsisten seres creadores
de alegrías infantiles.
De piel y pluma andan sonámbulos
los inocentes que alguna vez
vieron selvas o nacieron en el retablo
de esta ciudad.
Inquietos los tucanes con su verde y oro.
Silente el armadillo, temerosa la taltuza,
un lechuza que vuela de día, y las tortugas
mirando al sol,
mientras el cocodrilo abre el hocico
para asustar al padre que juega
a ser niño con los recuerdos que le quedan
hoy.
Entre veredas de mango antiguo, de ceiba
crecida y plantas de tabaco, el público espera
los rugidos del León que hoy no da espectáculo.
sueña entonces con su sabana arbolada mientras escondido
entre la jaragua en sus garras su presa atrapa,
para comerla luego en algún rincón.
Luego la culebra se retuerce entre troncos caídos
y los monos con su algarabía comen golosinas clandestinas.
¡Prohibido alimentar a los animales!, versa una sentencia.
Pavo reales, patos y águilas, dueñas de las jaulas primeras.
Dantas, mapaches y zorros peleándose un espacio a la izquierda.
Toda la Creación entera condensada tras los barrotes.
Testigos de que necesita el hombre su compañía aunque
signifique encerrarlos ya.



LLUVIA

El cielo se derritió esta tarde
y colgó en las hojas de higuerilla
unas gotitas como pequeñas perlas
de almibar, y las calles se humedecieron
de un color a vida que me volvió la calma.
Y en los caños brotaron manantiales
de chocolatado líquido, recordando a mi
pequeña urbe lo vieja que está.
Y en las paredes del cuartel los hoyos de
balas antiguas se llenaron de charquitos
de agua, mientras el yigüirro le canta al
Monumento Nacional: ¡Han caído los héroes,
hacen falta muchos más!
Luego el sol aparece sobre la arboleda
de Las Damas y a Juan Vázquez le tocó
de nuevo baño en su pedestal, esperando que
las campanas de La Soledad repiquen. ¡Son las
seis en punto ya!.
Lava la cara a mi San José de antaño
la lluvia que demora en este mes del año
y en mi ventana miro los truenos y rayos
que a barlovento despacio tras la cordillera se ocultan



TENDIDO ELÉCTRICO
Cruzando la ciudad,
de este a oeste,
de norte a sur,
por debajo de ella
por encima de ella.
Van los impulsos eléctricos,
haciendo fácil las labores.
Transmutando energías
en movimiento,
luces en farolas,
calor en las noches,
máquinas funcionando de día.
Sobre fibras ópticas, la vida
misma se transmite y estalla
en miles de pantallas,
haciendo de este planeta, uno más unido,
aunque sea en la mente de uno que
pensó que cada vez es más minúsculo
de este lado de la galaxia.


ESCUELA

Por los amplios patios,
con cualquier botella,
con cualquier semilla,
los estudiantes juegan
al balón sin tregua.
Fiesta en los recreos
hasta que la sirena
suena, a campanadas
llama los niños a la
escuela.
Luego todo es pizarrón,
tizas y colores en los
cuadernos que procuran
aprender de ciencias
matemáticas e historia
y una geografía que aún
no llega.
Más tarde aprenderán
de ríos, montañas y esferas
que en estas latitudes parecen
cuentos de hadas, sobre valles,
sobre cuencas.
Edificios antiguos ,
columnas de sapiencia,
son las escuelas el futuro
de un país que aún espera
salir de los nublados,
soltar amarras, volar
como cometas.



VUELVE EL TREN


De nuevo los rieles con su sonoro rechinar
devuelve al oído sonidos de antaño.

Nostalgia de mujeres vendiendo frutas,
canastos de flores en los pasillos,
niños corriendo entre las gradas;
mientras miradas de asombro esperan la
máquina, que a lo lejos pita al aire
canciones de regreso.

¡Todo es fiesta!
Motivo de celebrar.

Montan alegres sus ilusiones,
encuentros furtivos,
promesas, desvelos.

Historias de vida colgadas de los vagones.
Un destino que aveces no llega,
o llega con las prisas de un
reloj que sentencia:
¡Llegaré tarde...! o
¡Prefiero no llegar!

Es paseo de caritas de ángel
comiendo confites, galletas
y dulces.
Sonrisas al aire
que por las ventanas furtivo
despeina cabelleras,
y cuando en casa estan sólos
a las mentes de los pasajeros
llegan imágenes de metales en
choque, compaces de círculos
rodantes, recuerdos de andenes.


ROSTROS

Buscando formas conocidas
atravesé las calles para
encontrarme con los seres
cargados de sonrisas plenas,
miradas transgresoras o
rostros inmaculados.
Guiños de ojos que rebuscan
en las esquinas una día más que
consumir.
Frentes serenas sin queja alguna,
invocando al sol que ya salió.
Cabezas al cielo, mirando el azul,
rostros al suelo proyectando angustias.
Pestañeos de ojos en duda,
rostros humanos en las aceras,
resplandecencias al aire de un gozo
que no acaba o una hora que aún no llega.
Rostros silentes,
rostros de niños, mujeres y ancianos.
Caras alegres,
caras sin expresión.
Muecas de desconfianza,
gestos de un adiós,
preguntas al aire.
¿Ahora, quién soy yo?



CIUDAD DE NOCHE

Sobre los edificios
el silencio llega a los oídos
del omnipresente escritor,
describiendo volutas de
recuerdos en el continuo
andar de las calles y avenidas.
Adueñándose a su paso
de lo que su corta vista aprisiona.
La noche cubre con mortaja
la muerte del día, y es cuando
la vida de seres sonámbulos
reptan en las calles
bajo las luces del tendido,
farolas y reflectores;
convirtiendo la oscuridad en
penumbra, en espacios donde
continuar una hora más su existencia.
Salen y entran transeúntes en
edificios cualquiera.
Unos con morbo,
otros con limpias conciencias.
En busca de noches de sábanas.
Alegrías de niños en fiesta.
Nocturnidad de ciudad en vela.
Mañana amanecerá un herido
en la acera, mientras el frío se
cuela en los cartones, bajos los
pies del que poco sabe de riquezas.
Enamorados furtivos, huyendo de
las luces, buscando un pretexto
para robarse un beso,
atrapar mariposas nocturnas al vuelo.
Entregar sus cuerpos al delirio y desvelo.
Nocturnidad de ciudad en tinieblas.
cultura de teatros, conciertos, danza y
Bolero.
Carteleras a la vista para imaginar que
Aún sueño.
Carnaval de fin de año.
Nada se detiene, sólo que más lenta
circula la viva sangre de la ciudad,
esperando resucitar de nuevo al amanecer.
¿y ahora qué haré...?



EPILOGO

"Acabó la pluma en el cajón
de su ecritorio.
Guardó el lente de su cámara
en el estuche.
Las imágenes de la ciudad
se difuminaron en la alborada,
tras una noche de insomnio.
Letra tras letra, el autor
terminó de escribir su historia.
Apagó el candil y se fue a dormir..."






















¡NO HAY!

Sacude el viento los zarzales
y sin tregua contra el jilguero
levanta sus plumas y le hace detener
su trino.
Convierte las gargantas de los ríos
en sollozos de espanto
que en la soledad
del sotobosque me recuerda
una melancólica melodía.
Atrapa los sonidos de minúsculos
animales y contra la cárcava estrella sus
murmullos que se confunden con las voces
de los muertos manantiales. Luego todo es
silencio.
No hay viento.
No hay jilguero.
No hay ríos.
No hay bosque.
Todo es yermo.
Es un desierto.
A lo lejos un hombre grita:
¡Aquí hay agua! y se sienta debajo
del único árbol...

sábado, 9 de junio de 2012


MENSAJE OCULTO

En la debacle de esta sociedad, la historia regresa como el reflujo de las mareas, depositando en la playa lo que le sobra de su pasado o lo que desea recordar.
Se sigue con la testarudez de la costumbre. La fuerza se convierte en la única razón para resolver lo no resuelto.
No entendemos entonces las intenciones ocultas de los que gobiernan nuestras mentes y el indefenso, el pueblo mismo se transforma en masa informe del lado de una u otra antípoda. El antagonismo florea en las calles y se sienta a esperar con su pancarta al suelo cada vez que su voz no es escuchada, o lanza piedras al vacío esperando oir respuestas. El Mesias no llega y los estómagos se adormecen de alimentos ya idos. Por las cloacas corren los últimos almuerzos, la frugal cena de ayer, o la que simplemente no vendrá. Frente a la caja tecnológica, la que embrutece las mentes y entretiene a las almas sencillas se presentan las ideas como Fauno en su Laberinto, sin otra salida más que inventar palabras de aliento que no sean otra cosa que vanales mentiras. Y las respuestas se muestran tras el sublimal mensaje de ayer que hoy es otro que ni siquiera entendemos. Después en el tapete de la internacional diplomacia, los dueños del mundo debaten la solución final sin tomar en cuenta a la postre qué piensa el aborigen de montaña, la carita sonriete y sucia de la portada de la "National Geographic", o la sudorosa frente del sembrador de verduras, sin contar siquiera con la palabra de la madre, el anciano o el arma del guerrillero. Es cuando la pregunta queda sin respuesta y el mensaje queda oculto tras estas letras.

LOS DURAZNOS DE DON ABUNDIO

Caminaba muy caviloso nuestro amigo don Abundio, cuando al pasar por el camino que lleva al pueblo de San Roque se topó con un árbol de duraznos de cuyas ramas pendían las doradas frutas.

-Hace tiempo que mi estómago pide comer duraznos, pero soy tan viejo y débil que no puedo subir a cortarlos. ¿Qué voy a hacer?, dijo para sí Don Abundio. ¡Ya sé!, prosiguió, al primer paisano que me tope le pediré que me baje las frutas y con ello comprobaré además si aún en este pueblo quedan personas buenas que hagan una caridad a un pobre anciano como yo.

Y en efecto, como si la gente supiera las intenciones de aquel viejo, apareció el primer pueblerino; don Carlos Pacheco, hombre vetusto dueño de grandes tierras y trabajador muy honrado. Su único defecto era la sed por el dinero.

-¡Hola mi viejo Abundio! -exclamó don Pacheco-, ¿qué hace tan sólo por estos lados?.

-No nada, -contestó don Abundio- ¿Ha visto qué hermosos que están esos duraznos?. Lástima que soy tan viejo como dices, porque sino me subiría a ese árbol, apearía esas deliciosas frutas y me las comería todas. ¡Ah! -suspiró- ¡qué ganas les tengo.
Mira Pacheco, ¿me podrías hacer el favor de cortarme algunas como un gran favor de amigo?

Don Pacheco, que es hombre de hacerle negocio a todo y a todos meditó un buen rato y al final exclamó:
-Bueno querido amigo, lo que me pides es imposible. Treparme a ese árbol así porque así resulta muy peligroso. ¿Qué tal si me caigo y me quiebro las costillas?. Si me da ahora mismo diez monedas se las bajo con gusto, sino, no...

Y don Abundio muy triste se metió las manos en los bolsillos y lo único que encontró fue cinco viejas monedas, herrumbradas y negras.

-¿Te sirve esto?
-No exclamó don Pacheco, por cinco monedas no, y se fue por donde vino.

Al rato pasó un muchacho de elegante figura y buen porte. Esta vez se trataba del joven Pedro Montealegre, hijo de una familia muy adinerada del lugar.

-¡Hola Pedro!. ¿Cómo estás?.
-¿Me hablaba a mí?, casi como ignorándolo.
-¡Sí a ti joven!, recuerdo que eres hijo de mi gran amigo Juan el de la finca "Los perales". Hace rato que estoy aquí esperando a que alguien me ayude a apear esos duraznos que ves ahí -señalando a las ramas del árbol-.Vino primero un amigo mío y no pudo hacerlo. ¿Lo harías tu por mí?.

El joven que al parecer tenía mucha prisa y que por llevar unos cuadernos en la mano se dirigía al colegio del lugar acabó por decirle:
-No viejito, -dirigiéndose al anciano en forma despectiva- yo no puedo ayudarlo, pues tengo mucha prisa, debo ir a estudiar y ya es tarde, que sea otro día, hoy no...

Y sin decir más, salió corriendo mientras la sirena del colegio anunciaba la entrada a clases. Don Abundio se quedó diciendo entonces:

-Como que nadie me quiere ayudar este día. Bueno espero que pronto alguien venga en mi auxilio.

Al medio día, mientras el sol brillaba en lo alto y hacía más madurar los duraznos, vemos a don Abundio aguardando pacientemente a la sombra del árbol. De pronto sus cansados ojos divisaron a lo lejos dos conocidas figuras; los hermanos Solano, José y Martín, dos jóvenes de escasos trece y quince años, ambos conocidos en el pueblo por ser las personas más burlitas del lugar. En cuanto los vio nuestro amigo don Abundio se levantó con dificultad por su ya avanzado reumatismo y esperó a que ellos pasaran por ahí.

-¿Cómo estás viejo cacreco? -exclamó José-.

Y siguiendo la broma su hermano mayor contestó:

-Cuidado se me quiebra viejito.

Luego lo rodearon y empezaron a burlarse y a reírse de él. Cuando terminaron, el pobre don Abundio se sentó en una roca y sacando su viejo pañuelo rojo del bolsillo se limpió el sudor de la frente.

-Muchachos, déjenme decirles algo. Ya estoy demasiado anciano para jugar con ustedes, pero les permitiré que se burlen de mí si antes me hacen un favor. Les pido que me bajen esos duraznos de aquel árbol. Si así lo hacen, los repartimos entre todos. Por favor se los pido por amor al Cielo ya que me muero por comerlos.

Entonces los muchachos se apartaron del camino e idearon un plan para sacarle provecho al asunto y a la vez burlarse del pobre hombre.

-¡Bueno donsito!, exclamó Martín el mayor, nosotros le apeamos las frutas pero para ello usted tendrá primero que vendarse los ojos con su pañuelo, pues dicen que si alguien ve a una persona cortando frutas de un árbol, éstas se pudren en el acto y eso no lo quiere usted ¿verdad?.

-Claro que no, dijo inocentemente el pobre don Abundio. ¡Tápenme los ojos, si así tiene que ser...!

Y los condenados muchachos entre risas lo vendaron y hasta le dieron varias vueltas para marearlo.

-Es que es necesario que no sepa dónde estamos, porque de lo contrario usted se puede quitar el pañuelo y todo se echaría a perder -exclamó el menor de ellos-.

Y tantas fueron las vueltas que le dieron al pobre anciano que hasta tropezó con una piedra y cayó rendido al suelo.

Y alejándose los muchachos entre burlas y carcajadas, quedó nuestro amigo Abundio en el suelo a merced del brillante sol y aún con la venda atada a sus rostro.

En la trifulca, se había desmayado y soñó con sus duraznos en las manos, con un mundo mejor donde las personas eran buenas y caritativas y que no se burlaban de él.

Fuera de este sueño, la vida transcurría igual. El sol de la tarde brillaba ya muy cerca de la silueta de las montañas. Aquellos rebosantes duraznos pendían jugosos aún sobre las altas ramas del árbol y el camino que llevaba al pueblo de San Roque permanecía incólume y silencioso.

De pronto una fuerte ráfaga que provino del éste empezó a mover las copas de los árboles vecinos y cual fuese un milagro, movió con furia los preciados duraznos de nuestro cuento, tirándolos al suelo con una fuerza incontenible. Y sobre la hierba decenas de rica fruta llenaron el campo y no quedó ni una de ellas en las ramas.

Horas después cuando la luz del crepúsculo silueteaba las formas aún reconocibles, nuestro viejo don Abundio despertó de su letargo y quitándose el pañuelo, logró divisar sorprendido el milagro ocurrido.
Apoyándose firmemente de una roca, se levantó y recogió sus preciados duraznos, mientras daba gracias al Creador que todo lo puedo. El único que atendió sus ruegos.

LLUVIA SOBRE HAITÍ

Llueve sobre Haití y las madres aún no encuentran consuelo.

Por las calles, el agua amaina por momentos el llanto de quienes miran al mar buscando el salobre aire de otras tierras, de las áridas arenas del desierto y la nostalgia de volver al inicio de los tiempos.

De una África ancestral y la Casa de sus Padres.

Llueve sobre Haití y una niña tropieza con su propia esencia y se percata que ya nunca más jugará a las muñecas, deberá buscar su sustento diario.

Llueve sobre escombros y campos abandonados, sobre las techumbres y los pastos secos, sobre la ira de quienes lo han perdido todo y la duda del qué vendrá.

Moja las frentes rotas, lava la sangre sobre los corales y sube las montañas.

Esta noche en los valles cientos de hombres vagarán por las calles empuñando objetos para lanzarlos luego sobre ventanales.

Una cámara de video aguardará el momento de mostrar rostros silentes contra las miradas del mundo, mientras el viento se lleva el olor de humanos que ya no están.

Llueve y aún las madres no encuentran consuelo, porque cientos de ángeles con caras de niños volarán sobre la ciudad, sin encontrar donde anidar de nuevo, quizás solo en los corazones dolientes de quebrantadas mujeres en espera de que la alborada las encuentre vivas.

Sobre el cielo nocturnal una estrella fugaz surca los cielos, mientras un solitario hombre sentado sobre un derruido edificio le sonríe a la luna, mientras de sus ojos brota una lágrima.

Decide bajar y no llorar más, entregar sus manos a otros para regalar calor y esperar la mañana para empezar de nuevo.