lunes, 27 de enero de 2014





LA CRUZ DEL CAMINO

En la entrada de aquel pueblo aquella cruz de hierro se erguía sobre un pilar de mármol rematado con un capitel de ornamento típico de volutas, propio del estilo jónico.  Cuando la vi recordé las cruces que desde mis mosos años acostumbraba elaborar con hojas de palma, cada domingo de ramos al inicio de la semana santa para adornar la puerta de entrada de mi casa.

Al descender la colina la pude divisar con más detenimiento y  note que alrededor de su base de granito la estructura era rodeada por una cerca de hierro forjado en forma de puntas de lanza, que no eran otras cosas que hileras de flores de lis. Dentro del jardincillo  que se formaba entre ella y aquel enrejado, crecían zarzamoras que suponía en marzo daban frutos.

Recuerdo detenerme a mirar como el viento movía aquellos arbustos espinosos y  trocar el color verde del frente de sus hojas al blanco nieve de su revés.  Decían que aquella cruz fue levantada para bendecir a todo aquel visitante que entrara a la aldea. 

Supe en este sueño que apenas se perfila como tal en mi mente y que ahora escribo como si se tratara de un vívido viaje,  que muchos peregrinos se detenían a observar aquel monumento no sin antes persignarse e incluso arrodillarse ante aquel símbolo de la cristiandad.  

Toco mi pecho y reconozco un frío crucifijo, la luz de la mañana cual daga asesina hiere mis pupilas hasta hacerme despertar; es hora de levantarme.   Durante todo el día aquella imagen de la cruz de los caminos me acompaña, me siento inspirado a escribir una oración... una que pudo haber sido escrita por cualquier peregrino siglos atrás. Una que por dehesas inhóspitas, antiguas cañadas y florecientes bosquecillos,  quizás hizo eco en los oídos de aquellos que siguieron el camino de la cruz,en su recorrido por polvorientos caminos.  

"Señor intensifica mi oración para hacer frente a todo aquello que me aleje de tus intenciones de salvación, del camino  correcto.  Para alejarme del moscardón de la muerte, del ladrón de la noche que quiere robar la paz de mi hogar. Posa tus ángeles sobre nuestras cabezas, atraviesa con tu espada de fuego la desgarrada tela de nuestros corazones, purifica con el agua santa de tu costado las impías mentes de los que te recuerdan. Desanda nuestros caminos y hiéreme con tu mirada.  Hazme llegar hasta Tí y besar la cruz de los caminos...  Reconóceme como el eterno peregrino que no ha terminado de encontrarte..."

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