
EL ABANDONO DE LAS MUSAS
Mi pluma se detiene a veces en la esquina inerte de mis páginas,
en el blanco insoportable de mi falta de
inspiración; en el punto y seguido que no llegó y la coma que me faltó. En aquel signo de interrogación y hasta de admiración
que no pude plasmar sobre el inconcluso
poema de ayer.
Recorro entonces las imágenes del día, con el fin de atraer
de nuevo mis musas, aquellas que aún no llegan; me refiero a la luz tenue de la
tarde, las ramas de buganvilia azotadas por el viento o el aturdidor ruido de
la ciudad que se me pega a mis oídos y hasta quizás el desconocido que me miró
extrañado por el nuevo corte de pelo que recién me hice. No sé
si los que andamos reelaborando las palabras para que suenen más metafóricas, más
sublimes, o más encantadoras para quienes nos leen, tenemos
el deber de alcanzar la entereza de esperar que en algún rincón olvidado de
nuestra existencia, nuestro corazón se acompase al ritmo del universo, o al
susurro divino de lo alto para que
resurja de nuevo el arte de escribir…
aquel que perdí hoy.
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