lunes, 27 de enero de 2014




POEMA A OJOS CERRADOS *

En busca de razones para vivir
la vida arrancó una margarita de mi costado
convirtiendo las horas en lo que no quise ser.

Alborotó la fina capa de la esencia 
y el agua termino por inundar la laguna de mis ojos. 
Se viro entonces para contemplar la espesura de un bosque
y el mar devolvió a la playa lo que le sobro ayer.

Transmutó entonces en el viento mis dolencias
y convirtió lo insospechado en angustias incoherentes. 
Hasta ayer no supe que decir, 
solo lo necesario para salvarte de mi presencia, 
de aquello inimaginable que pudo ser. 

Me aboqué entonces a la idea inconclusa de un amor fallido.  Devolverle al mundo lo que ayer perdi.
Es por eso que no tengo pena de decir lo siento,
y en mi búsqueda perenne permaneces aún.
Es como canción al viento, una brizna de hierba soltada a barlovento,  
en espera de anclar sobre una insula perdida,
en tus labios eternos musitando amor...

* escrito en forma libre, con los ojos cerrados, dejando que los dedos se deslizaran sin regla alguna por el teclado de la computadora, en espera de que surgieran imágenes mentales y frases ordenadamente incoherentes... un simple experimento...




LA CRUZ DEL CAMINO

En la entrada de aquel pueblo aquella cruz de hierro se erguía sobre un pilar de mármol rematado con un capitel de ornamento típico de volutas, propio del estilo jónico.  Cuando la vi recordé las cruces que desde mis mosos años acostumbraba elaborar con hojas de palma, cada domingo de ramos al inicio de la semana santa para adornar la puerta de entrada de mi casa.

Al descender la colina la pude divisar con más detenimiento y  note que alrededor de su base de granito la estructura era rodeada por una cerca de hierro forjado en forma de puntas de lanza, que no eran otras cosas que hileras de flores de lis. Dentro del jardincillo  que se formaba entre ella y aquel enrejado, crecían zarzamoras que suponía en marzo daban frutos.

Recuerdo detenerme a mirar como el viento movía aquellos arbustos espinosos y  trocar el color verde del frente de sus hojas al blanco nieve de su revés.  Decían que aquella cruz fue levantada para bendecir a todo aquel visitante que entrara a la aldea. 

Supe en este sueño que apenas se perfila como tal en mi mente y que ahora escribo como si se tratara de un vívido viaje,  que muchos peregrinos se detenían a observar aquel monumento no sin antes persignarse e incluso arrodillarse ante aquel símbolo de la cristiandad.  

Toco mi pecho y reconozco un frío crucifijo, la luz de la mañana cual daga asesina hiere mis pupilas hasta hacerme despertar; es hora de levantarme.   Durante todo el día aquella imagen de la cruz de los caminos me acompaña, me siento inspirado a escribir una oración... una que pudo haber sido escrita por cualquier peregrino siglos atrás. Una que por dehesas inhóspitas, antiguas cañadas y florecientes bosquecillos,  quizás hizo eco en los oídos de aquellos que siguieron el camino de la cruz,en su recorrido por polvorientos caminos.  

"Señor intensifica mi oración para hacer frente a todo aquello que me aleje de tus intenciones de salvación, del camino  correcto.  Para alejarme del moscardón de la muerte, del ladrón de la noche que quiere robar la paz de mi hogar. Posa tus ángeles sobre nuestras cabezas, atraviesa con tu espada de fuego la desgarrada tela de nuestros corazones, purifica con el agua santa de tu costado las impías mentes de los que te recuerdan. Desanda nuestros caminos y hiéreme con tu mirada.  Hazme llegar hasta Tí y besar la cruz de los caminos...  Reconóceme como el eterno peregrino que no ha terminado de encontrarte..."

martes, 7 de enero de 2014



El DON

Yo sé que tengo el don... aquel que me fue dado desde mis primeros años de vida pero que con el tiempo se fue diluyendo entre las necedades de la adultez. Estoy seguro además, que no soy el único en poseerlo.  Años atrás lo supe  mientras en el camino contemplaba absorto al halcón de alas amarillas que proyectado contra las nubes grises me recordaba lo cerca que estaba  de llegar a la barriada.
El peregrino que se había cruzado conmigo esa fría mañana de noviembre  me lo había susurrado al oído, mientras me miraba fijamente a los ojos.

Con su voz que aún no identifico si se trataba de alguien joven o avanzado en años me había insinuado que a él le habían dado también ese mismo don:
"...si no me crees, escucha el canto en las cornisas..."

Recuerdo haber caminado aquel día con él sin pronunciar palabra alguna por un corto tiempo antes de entrar al caserío, donde su silueta se perdió entre las callejuelas repletas de cotidianas labores humanas.
Antes de despedirse, se dirigió de nuevo a mí  con apenas una imperceptible frase que difícilmente logré reconocer:
"...Mira con detenimiento la tarde detrás de las perlas colgantes..."

En otra ocasión que no preciso si fue ayer, el año pasado o hace muchos años atrás,  rebuscando entre los papeles de un cajón, me encontré con una viejas cartas de antiguas amistades, aquellas que ya ni lo son, porque los años se encargaron de alejarnos, o porque simplemente había decidido olvidarme de ellas.
Al leerlas bajo la tenue luz de una vela, porque en aquella extraña tarde, el fluido eléctrico se había ido, encontré frases que al unirlas  con detenimiento formaron ideas que solo años después adquirirían sentido:
"...el azul se te pegará a tus ojos... aunque las arenas no estén debajo de tus pies..."

También en las mismas páginas del nuevo testamento que no tan a menudo leo, pero que reconforta mi alma cada vez que lo hago, confirma mis sospechas de que poseo el don... el que al menos una vez al día se me manifiesta. Como el pasaje de los pajarillos del campo que según el texto, Dios les proporciona el alimento diario, o la parábola de la semilla de mostaza que me recuerda el significado verdadero del Reino de los Cielos.


En otras ocasiones algunos extraños que de vez en cuando coincidieron conmigo a lo largo de mi vida se acercaron a mí para recordarme  que yo poseía ese don.  Como el mendigo que una vez me señaló la mota de diente de león que relucía tímida entre el concreto de la ciudad o el discapacitado que ayer me suplicó,  me detuviera para colocarle su reloj de pulsera que se le había desprendido y que con solo una sonrisa, recuerdo me saludó agradecido por la ayuda otorgada...

Y es que al analizarlo detenidamente, llego a la conclusión de que no soy diferente a ninguna otra persona, más bien creo, me confundo entre una mayoría que aún no encuentra su lugar en este mundo y se pierde al igual que yo, entre el deber y el hacer, entre el querer y el no poder.  Porque aún tienen miedo de liberar su espíritu y más  bien  se refugian en infinidad de fórmulas y patrones preconcebidos, buscando integrarse a una sociedad cada vez más difícil de comprender.

Mi don lo tienen muchos, y estoy seguro que todos nacemos con él. Algunos lo desarrollan conforme transcurren los años, otros lo pierden en el camino y quizás al final de su existencia lo vuelven a recuperar porque regresan a una vida más contemplativa.   De mi parte, aquel don desde muy pequeño se me había pegado a mi cuerpo y mi alma, como una lapa a la roca. 

Mis maestras de primaria lo habían notado cuando en clase yo no dejaba de admirar la mariposa que revoloteaba en la ventana de mi aula en busca de una salida al jardín y en mi afán de socorrerla me ponía de pie sin el permiso de ellas para encaramarme en una silla y así abrir la ventana a la infortunada criatura.

Mi don es completamente humano, diría primigenio, nacido desde los primeros tiempos de la humanidad. Es humano, porque es  intrínseco al hombre y es divino, porque nos fue dado por el Padre, el  mismo Alfa y Omega, el principio y fin de todo...

Con los años me he dado cuenta que este don no puede dejar de manifestarse en mi y para dicha mía he descubierto que son más quienes lo poseen, que los que no.  Quizás los niños, los poetas, los artistas, las personas libres de pensamiento, los viajeros, los altruistas, los soñadores, los optimistas y por supuesto las personas que van por la vida muy de la mano de su Dios; sin importar  a qué religión pertenecen, son quienes lo poseen.

El don del que hablo es el don de reconocer en cada manifestación de la naturaleza, en cada acción humana la obra del Creador. 

No me ufano en ello, pues como ya dije sé que muchos lo poseen... y quienes no lo han descubierto...las hojas de arce cayendo en otoño, el resplandor del sol en la hierba tras el rocío de la mañana, la cálida mano del amante sobre  otra, la lágrima silenciosa que resbala en la mejilla tan solo por escuchar una antigua melodía o el solo hecho de sentir en la piel el viento de la tarde colándose por las rendijas de la puerta, son algunos de los pretextos para recordarnos que aún poseemos ese don...

Ahora reconozco que el canto en las cornisas era el arruyo de alguna descuidada paloma que escuchaba a menudo en mis días de infancia, aquella que aún resuena en mis oídos.

Ahora sé que mirar con detenimiento la tarde detrás de las perlas colgantes significa contemplar el arcoiris sobre las gotas de lluvia que colgando de alguna tela de araña aún me hace reír, y por último el azul en mis ojos, no precisamente es el ancho mar...sino mis montañas que en lontananza adquieren el color mismo de cielo... De eso se trata mi don, el don del que les hablo...

  



viernes, 3 de enero de 2014



EL ABANDONO DE LAS MUSAS


Mi pluma se detiene a veces en la esquina inerte de mis páginas,  en el blanco insoportable de mi falta de inspiración; en el punto y seguido que no llegó y la coma que me faltó.  En aquel signo de interrogación y hasta de admiración que no pude plasmar sobre el inconcluso poema de ayer.  
Recorro entonces las imágenes del día, con el fin de atraer de nuevo mis musas, aquellas que aún no llegan; me refiero a la luz tenue de la tarde, las ramas de buganvilia azotadas por el viento o el aturdidor ruido de la ciudad que se me pega a mis oídos y hasta quizás el desconocido que me miró extrañado por el nuevo corte de pelo que recién me hice.    No sé si los que andamos reelaborando las palabras para que suenen más metafóricas, más sublimes, o más encantadoras para quienes nos leen, tenemos el deber de alcanzar la entereza de esperar que en algún rincón olvidado de nuestra existencia, nuestro corazón se acompase al ritmo del universo, o al susurro divino de lo alto  para que resurja de nuevo el arte de escribir…  aquel que perdí hoy.

jueves, 2 de enero de 2014

DE DOS EN DOS
(estribillo para una canción aun no compuesta)

De dos en dos mi vida renace
De dos en dos tu mano en la mía
De dos en dos compartiendo caminos
De dos en dos es mejor que estar solo.
De dos en dos tu amor es ya mío...


domingo, 29 de diciembre de 2013



CAMINANTE

Camino adelante
sin mirar atrás
Avanzo seguro
aguardando que
al ritmo de mis pies
nuevas formas conocidas
aparezcan en el campo
abierto de mi visión

Ocultando añejos temores
reconozco verdades aun no
reveladas. 
Mis extremidades
me llevan al retorno perenne
de mis iniquidades;  mientras
reconozco que  la sublime mano
de mi Creador moldea
mis torpezas. 

Todo esto sucede
mientras las horas me consumen.

Mientras a cuestas recorro,
la interminable senda de mi vida


"Mi fe se sustenta en la verdad absoluta de Dios y en la relativa verdad de una iglesia que aún desconozco".
                                            Revelado en Sueños